Mitad mendigos, mitad rameras

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Ponencia para el foro Teatro, ciudad y público realizado el 28 de octubre de 2013 en el Teatro La Candelaria por Andreshito Rodríguez, director y dramaturgo de Changua Teatro

Enrevesada ponencia sobre estética, política y comercio

 
Personajes:
1. Teatro industrial
2. Teatro de contenido
3. El público que paga
4. El público que se fija si hay que pagar o no
5. El público que no puede pagar
6. La administración pública
7. La empresa privada
8. Los profesionales del oficio

 
Lugar de la acción: Ciudad de Bogotá, divida en dos:
a. Ciudad céntrica (poseedora de las salas de Teatro)
b. Ciudad periférica (poseedora de espacios alternativos)

 
Tiempo de la acción: Últimos cinco, seis o veinte años de ejercicio teatral en Bogotá.

 
Tema: La consciencia individual y el inconsciente colectivo frente al arte teatral.

 
Sinopsis: Dos hermanastros que se desprecian mutuamente, Teatro industrial y Teatro de contenido, conviven en un territorio cuyo público tiende hacia al adormecimiento; cosa que de forma indiscutible beneficia notablemente los intereses del primero de ellos. Sin embargo, el segundo, en pie de lucha, pretende lograr la mayor cantidad de despertares posibles, para que, de algún modo, pueda arrebatar algo del sumo poderío que su par primero promueve y ostenta. Fama o sublimación, en medio de proyecciones por la conformación de una sociedad teatral utópica y distópica, develarán finalmente que la dependencia entre ellos es mutua; porque en últimas, sin conflicto…, el teatro no existe.

 
Análisis: En una ciudad caracterizada por el afán, la violencia y la desigualdad, dos hermanastros teatristas, se valen de todas sus armas para impedir que el otro cautive la totalidad del público con total desparpajo. El primero de ellos se denomina Teatro Industrial; su estrategia se basa en la producción ligera, periódica, ampliamente publicitada cuyo fin posee un ánimo de lucro. Se vale del talento y/o fama de Los profesionales del oficio, cuyo mayor porcentaje ejerce como interprete o ejecutante bajo el rotulo de artistas. El segundo hermanastro, denominado Teatro de Contenido, construye elaboradas piezas basadas en la investigación y la intuición, que al final de su obra le puedan hacer meritorio el rotulo de artista. Se vale también de Los profesionales
del oficio, cuyo mayor porcentaje posee una tendencia hacia la mística salvaje del creador. Ambos administran poderes transferidos por deidades distintas: Teatro Industrial es siervo de los mecanismos y recursos de la entretención trivial mediática para ejercer como perro pastor del público rebaño. El Teatro de Contenido es heredero del espíritu griego y la emergencia de la ilustración en la modernidad. Busca entre el público rebaño, corderos autotrasquilados, lobos vestidos de oveja, cabras cabronas, coyotes y zorros al acecho que incomoden permanentemente al pastor. El Teatro Industrial ha logrado cautivar un mayoritario porcentaje del público que paga. Un público que generalmente paga porque lo hagan reír, por ver en vivo los reductos de la televisión, por pertenecer a una elite que consume el entretenimiento de moda o las exquisiteces de un clásico montado con grandes decorados y parafernalias, o, simplemente, por no correr el riesgo de que le perturben. El Teatro de Contenido ha cautivado un público que se fija si hay que pagar o no, que considera valioso las diferentes reflexiones que suscita una pieza, que propende por el desarrollo del arte teatral y por eso asume el riesgo que la innovación destila, que prefiere realizar un descubrimiento a sufrir una excesiva manipulación de sus emociones, que se quiere estremecer usando el intelecto. Frente al público que no puede pagar, el Teatro de contenido ha tenido gran participación diseñando estrategias que le permitan exponer sus piezas ante esa población que no puede pagar pero quiere ver; mientras que el Teatro Industrial generalmente lo hace dentro de un entorno donde posa como benefactor misericordioso de un acto humanitario ante una población necesitada. Durante años, el Teatro Industrial ha acometido armado del patrocinio de la empresa privada, el taquillero capital económico, la difusión en medios masivos y la inyección del menos burocrático financiamiento de la administración pública. Entre tanto, el Teatro de contenido ha batallado de forma revolucionaria reinvirtiendo el capital propio, promoviéndose con el voz a voz y las redes sociales, elaborando proyectos que participan de los sorteos por la financiación pública y emprendiendo sistemas de gestión que posibiliten la autosostenibilidad. Ambos, Teatro Industrial y Teatro de Contenido han dominado los terrenos de la ciudad céntrica. El Teatro Industrial casi nunca llega a la ciudad periférica, lugar donde habita el público que no puede pagar. Caso contrario al Teatro de contenido que, por sus niveles de flexibilidad y adaptabilidad, y las relaciones internas del gremio que le compone, logra realizar gestiones para llegar a ese público que no puede pagar. Paradójicamente, este tipo de público que no puede pagar se ve más motivado a ver propuestas del Teatro industrial (reitero, que no puede pagar) a tener que apreciar las creaciones del Teatro de Contenido.
Este es, a grandes rasgos, el panorama o contexto teatral que se ha venido despachado en la ciudad durante los últimos tiempos. Sin embargo, las nacientes dinámicas del sector de arte dramático han dado origen a numerosas transformaciones. Un detonante de ellas, se da gracias a las instituciones educativas que egresan semestralmente arrumes de profesionales en este oficio, que al no poseer una clara visión artística, se acoplan a las ofertas que uno y otro hermanastro tienen para ellos. Sin saber discriminar sus potencialidades, terminan sirviendo a ciegas a ambos con total desenvoltura. En ese sentido, se ha incrementado la oferta teatral, y por ende, la demanda. Los actores del conflicto del teatro actual han encontrado novedosas formas de gestión, basados en procedimientos de creación o producción, que se prestan para la mutación, el camuflaje, o la hibridación entre ambos hermanastros.
El Teatro Industrial se vale de la llamada Responsabilidad Social, para venderse con mayor eficiencia, recurriendo una vez más a la complacencia. Queda la sensación de que el Teatro industrial muchas veces ha manoseado la violencia en busca de llegar con un mensaje aparentemente reflexivo, que por cierto, se promociona fácilmente por presentarse a través de figuras de la farándula o un gran despliegue mediático. Algo similar ha pasado con el Teatro de contenido, que, parece estarle sacando toda la leche que pueda a la misma vaca que lo ha alimentado durante los últimos 20 o 30 años. Incluso se dan casos en que el discurso perdió totalmente la convicción. Igual que al guerrillero sin ideología, creería uno que le vendría mejor desmovilizarse.
Pero quiero centrar esta reflexión en los profesionales del oficio. Porque son ellos los responsables de esa mutación, camuflaje e hibridación que ha dado paso a una cosa que podría llamarse Teatro Hydra: Un animal de múltiples cabezas (que no son precisamente para pensar). Ahora podríamos definirnos como creadores teatrales profesionales abocados a un sistema de producción industrial de obras con o sin contenido artístico. Los profesionales del oficio persiguen un éxito inmediato, poseen un afán de lucro que los obliga a no comprometerse profundamente con nada. No hay un sentido de pertenencia con el grupo ni con la creación misma. A ellos mismos parece no importarles establecer diferencias entre teatro y arte teatral. El peligro estriba en que los diferentes tipos de público la tendrán difícil a la hora de tratar de establecer esas diferencias. ¡No se logrará una verdadera formación de público con arrumes de egresados sin posición frente a su oficio! No se trata solo de indicarle al público novel que debe asistir puntual a la sala, que no debe comer durante el espectáculo, que debe apagar el celular, que hay que permanecer en silencio, etc, etc., sino que también deben darse amplios procesos de formación donde el que puede pagar, el que duda en si hacerlo o no, y el que no puede pagar, puedan realizar análisis profundos frente a una propuesta de teatro, acompañados, guiados por los profesionales del oficio. La lucha en contra de la desinformación de los medios que gobiernan el inconsciente colectivo, que solo promocionan ese teatro que a su vez los promueve a sí mismos, está perdida si los profesionales del oficio colaboran con el estancamiento y el letargo en que ha caído el teatro actual frente la producción de conocimientos que posibiliten el pensamiento reflexión y de cuando en cuando prosperen en acción.
Finalizo con una duda que nos aqueja en Changua Teatro, respecto a nuestros sistemas de creación:
Frente a unos profesionales «traidores y/o desertores» del oficio dramático (ya no ARTE dramático) y ante un público expectante a «que lo hagan reír», ¿el teatro revolucionario (el que suscita conocimiento y reflexión) tendrá que desmovilizarse?… ¿Tendrá que usar las mismas armas de la imperialista oligarquía farandulera?

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