Teatrollywood

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Por Mario Sánchez-Vanegas

Teatrero egresado de la universidad de Antioquia. Magister en Dramaturgia y Magíster en Escrituras Creativas. Candidato al Doctorado en Artes de la Universidad de Antioquia. Fundador residual de Fractal Teatro de Medellín. Co-Fundador del Festival de Teatro Aficionado Universitario ESCÉNICA. Director, dramaturgo y docente de teatro.

Foto tomada de la cuenta de Facebook de Anamnésico Colectivo Teatral.

Este es un tiempo de mierda

Todo se está transformando

De mariposa a gusano

Atrapado en la enredadera

(La tormenta perfecta. Enrique Bunbury)

A mis audífonos llega Dance Monkey y me muevo al ritmo del tema mientras me acerco a un hall, el del Teatro Pablo Tobón Uribe, convertido en el firmamento teatral de Medellín, y al que sólo le faltaron luces estroboscópicas o de flash que llaman, y bailo…

And oh my, I, I, I, I like your style

You, you make me, make me, make me wanna cry

And now I beg to see you dance just one more time

So they say

Dance for me, dance for me, dance for me, oh, oh, oh

(Dance Monkey de Tones and I)

… luego pienso que fue Clitemnestra el primer ser, aunque éste literario y creado por Esquilo por allá en el 458 a C., en idearse y poner una especie de alfombra roja para recibir con honores a un Agamenón que, antes de desposarla había asesinado a su hijo recién nacido y a Tántalo, quien fuere su esposo.

Agamenón viene de la guerra de Troya y Clitemnestra le hace caminar sobre un suelo teñido de rojo y sin haber sido tocado antes por sus vasallos, requisito indispensable. No sobra decir que Agamenón ha sacrificado a Ifigenia, también hija de Clitemnestra, para librar su guerra.

De Troya, entonces, llega Agamenón de pecho henchido y recibido con una especie de alfombra roja, sinónimo de opulencia y distinción, propuesta por una Clitemnestra poseída por la venganza, pero esta ya es otra historia, y teñida de rojo sangre como las alfombras y al mejor estilo de los tragediógrafos.

Alfombras rojas de reiterada aparición en pinturas del Renacimiento, después de algunas que datan del siglo V en Siberia; alfombras rojas junto a estrados o tronos de reyes y reinas, para que no se “ensucien” la suela de sus zapatos; alfombras rojas a la entrada de los hoteles para lxs más adineradxs.

Y es hacia 1922 que la alfombra roja se imprime como concepto inherente a eventos de premiación o gala con el estreno de la película Robín de los bosques (Robin Hood) dirigida por Allan Dwan, aunque su verdadera trascendencia en símbolo y significado se da en 1964, tres años después al volverse a utilizar.

Al nivel simbólico de la alfombra roja, nominadxs e invitadxs hacen su desfile engalanadxs con trajes (el esmoquin casi siempre en los hombres) y vestidos de diseño, luces y lentejuelas (casi siempre en las mujeres), imponiendo glamour, modas y estilos.

A modo de comentario suelto: la alfombra de los Premios Billboard, los Goya y los Premios Princesa de Asturias, los más comerciales, por ejemplo, es azul, lo que se me antoja pensar que algún día los Premios Platea le cambien el color a su alfombra que en aquel ya, 2023, para su primera versión, fue roja como la sangre que tiñe de forma delirante las manos de aquel insigne y valeroso militar escocés, Macbeth. Quién sabe….

Premios Platea 2023 extiende la alfombra roja a la entrada del teatro Pablo Tobón Uribe, y en mis audífonos truena

You can be anything you want to be

Just turn yourself into anything you think that you could ever be

Be free with your tempo, be free, be free

Surrender your ego, be free, be free to yourself

(Innuendo. Queen)

Una alfombra roja sobre la que podemos trazar algunas líneas más allá de lo que surge como la supervivencia de las artes escénicas y el quehacer teatral en la ciudad, ¿pueden sobrevivir las artes escénicas y el quehacer teatral a la sustitución de lo duradero por la obsolescencia, primeras afectadas adyacentes al voraz triunfo del mercado de consumo? Digamos que no hay certeza, que sumergidos en esta “era de la incertidumbre” lxs “catastrofistas” y lxs “fatalistas” son lxs más cercanxs a la certidumbre. Y es que supeditar las artes escénicas y el quehacer teatral de esta ciudad a criterios de mercado de consumo —cuando no es que socavan el erario público— “significa exigir que las creaciones culturales acepten el prerrequisito de todo producto de consumo tradicionalmente serio: legitimarse en términos de valor de mercado (y, en concreto, de su valor de mercado actual) o morir” (Bauman, 2006)

Al mejor estilo “criollo” de un Vogue World, desfilaron pechos rasurados, escotes profundos y espaldas desnudas y tatuadas; minivestidos, trajes rosa, zapatos tenis y botas en cuero; también hubo glamour en camisetas, jeans y chaquetas. Pocos lentes oscuros y mucha falda para hombres junto a plataformas y tacones. Se nota que soy un ignorante en el tema, y el esfuerzo por tratar de asir lo que rasgaba mi retina no la voy a acicalar, estaba fascinado; a la altura estuvieron todas y todos, tal vez, no de costura, pero sí en respeto a la gala, no vi “disfraces”, al contrario, me pareció que a todo lo podría definir bajo nociones de atemporalidad que provocaban la revivificación de conceptos y estilos, “bien vestidos” como dijo Diana Echandía, una de las protagonistas de la gala, bajo flashes de cámaras [sin flashes] incrustadas en todo tipo de dispositivos que también registraban en videos bajo todo tipo de efectos.

Embarqué y entré al teatro, apagué mis audífonos con la voz de Bunbury disolviéndose…

siempre es la misma función,

el mismo espectador,

el mismo teatro,

en el que tantas veces actuó.

Y perder la razón

en un juego tan real

quizás fuera un error,

cúrame esta herida, por favor.

(La herida.  Enrique Bunbury)

…mientras transitaba por lo que serían nuevos trazos por brújulas teatrales renovadoras como indicio de un nuevo y posible amalgamiento crítico y analítico; embarqué bajo el deseo de otras formas de interacción entre lxs hacedorxs del quehacer teatral de Medellín, bajo los cuidados de una mampostería elaborada con los más eclécticos signos y símbolos, plurales, diversos, una clara “desterritorialización del museo”, usando las palabras de Carlos Fajardo (2006). Embarqué a un navío de una fresca e inédita tripulación de las artes escénicas en Medellín, ¡una chimba!

Santiago Rendón hacía de presentador, “si uno trabaja con teatro sabe que le ha tocado trabajar con las uñas” decía, una verdad de Perogrullo, pero más cierta que un putas, y el público desde esa mezcla de euforia y falsa ingenuidad, nos reíamos de sí mismxs, ¡por supuesto! Ya sabemos por Garrick que aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar con carcajadas.

Sobre el escenario, junto al señor Rendón, La Filarmónica Metropolitana que, bajo mis expectativas, lamenté mucho que hayan sido algo así como una alucinación, una aparición de naturaleza epifánica, una especie de fantasmagoría, cuando estos invitadxs son de una excelente calidad artística, y no tuvieron el protagonismo que merecían.

Al preguntar luego por ellxs, me respondieron no pocas personas, “¿La Filarmónica Metropolitana estuvo ahí? No recuerdo al man que presentaba”, y guardando distancias, ¿quién no recuerda a Ricky Gervais en su monólogo de los Globos de Oro 2020 o a Jimmy Kimmel en los Oscars 2023? Digo que eran —son como el bufón en la corte medieval— los que dicen esas “cosas” sobre las que todo el mundo habla en pasillos y trasbambalinas, pero nadie —o muy pocxs— levantan su voz para nombrarlo, ¡y se nombraron! Pero la indiferencia y el silencio volvieron a pasearse en esquivas miradas y murmullos como aquellos que terminaron por matar de pavor, a Juan Preciado, en el medio de la calle, en fin.

Quienes organizan la Gala sabrán que nunca es suficiente, por titánico que sea sacar adelante un evento como el aquí comentado, ¡porque sin duda sobrepasó las expectativas! Sin embargo, y este texto también quiere apuntar hacia esa pulsión, digamos, auto-destructiva al interior de las arquitecturas culturales tras la eclosión telúrica de la cultura dando paso a la poscultura, que a su vez, estalla toda margen de la “polisemia cultural”: (1) como civilización; (2) como el conjunto de creaciones propias de la inteligencia y la sensibilidad humanas, que van más allá de las formas de vida; (3) como conocimiento; (4) como forma personal de vida (Joan M. del Pozo, 2012). Cuando menos a la Gala y en el contexto de esta ciudad que cimenta su apoyo a las artes escénicas y al quehacer teatral en su precarización, por lo menos el segundo y cuarto punto deben ser lugares de nutrición urgente dada su anemia intelectual, crítica, analítica y de un olvido ya cercano a la indiferencia entre compañerxs, socixs o/y colegas, y es que “lo espontáneo, lo inmediato, lo perecedero, el azar, lo inestable, lo inacabado, lo no conservado, impulsados por el arte actual, están desrealizando no sólo el proyecto de autenticidad de la obra, sino a nosotros mismos” (Fajardo, 2006)

De lo que siguió en el despliegue del evento, sólo queda una breve estela luminosa casi transparente, como el paso por el firmamento de cuerpos celestes, en las redes sociales que pueden ver en IG: @premiosplateamed, y en una estatuilla arrinconada en alguno de los aparadores narcisistas que todxs tenemos; y nada más prodigioso que sentir la inutilidad de toda y cualquier actividad poética en esta época de absolutismos financieros, tiranías mediáticas y despotismos estéticos y creativos —todavía hoy—. Y se me antojan las palabras de Ionesco: «Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya» (2007). O las de Barthes cuando, al hablar del teatro popular, me parece que describe el motivo de reconocimiento que busca y logra los Premios Platea: “El teatro popular es un teatro que confía en el hombre y devuelve al espectador el poder de hacer el espectáculo por sí mismo; contrariamente a lo que puedan pensar espíritus demasiado propensos al escepticismo, el teatro popular es un teatro que se dirige al hombre adulto, mientras que el otro teatro, el que trata al espectador como una figura ociosa, es un teatro atrasado” (2022)

Salgo del teatro mirando hacia una ciudad que a cada tanto sus líderes políticos saquean el arte, socavan la cultura, minan el quehacer artístico y teatral, pero me vuelvo hacia las puertas del teatro Pablo Tobón Uribe y qué chimba todo lo que allí acaba de acontecer y cómo entre el zarzal siempre emerge la promesa —un cliché, pero válido—, y mientras me vuelvo a poner los audífonos quiero agradecer a todxs lxs que hicieron posible Premios Platea 2023, deseándoles el mayor de los renombres en pro al reconocimiento de hacedores y hacedoras de las artes escénicas y el quehacer teatral de esta Medellín de cobre, y truena en mis oídos (quería escribir que alguna de las Estaciones de Vivaldi, pero…)

We don’t need no education

We don’t need no thought control

No dark sarcasm in the classroom

Teacher, leave them kids alone

Hey! Teacher! Leave them kids alone!

(Another Brick in the Wall (Pt. 2). Pink Floyd)


La primera edición de los Premios Platea, al teatro, se realizaron en la ciudad de Medellin, Antioquia, el pasado 11 de diciembre de 2023, en el Teatro Pablo Tobón Uribe.

Más información en premiosplatea.com.

One Response to Teatrollywood

  1. LILIANA A VALLE dice:

    Gran apología a esta versión de los Premios Platea 2023, gracias, compañero y colega, Mario Sánchez por escribir de manera tan entretenida y creativa este texto casi inmersivo que me permitió recorrer los momentos y, sucesos de la alfombra roja, escuchar contigo la música que inspiró tus líneas y lo más importante, mientras leía, podía disfrutar la importancia de estos reconocimientos que hacen bien a los teatreros de Medellín. Tu texto ayudará a contar una parte de la historia del teatro de la cuidad.

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