Foto de Fanny Mikey (1990) tomada del libro Teatro Nacional 10 años.
Por William Guevara Quiroz
Actor, dramaturgo, director de Púrpura Creactivo y director de Kiosko Teatral, el Salón del libro teatral de Bogotá «Nuestros libros» y de la dinámica Esto-vi.
La Semana Santa huele a teatro, debe ser porque para los bogotanos estas épocas eran sinónimo de aventuras, historias, viajes extraordinarios, que nos atravesaron gracias a uno de los sucesos artísticos más poderosos que ha tenido nuestra ciudad desde su fundación.
Se cumplían 450 años de Bogotá, era 1988 y un evento sin igual llegaba para revolver el sentir de un país que cruzaba un decenio espantoso. Colombia estaba intimidada por el terrorismo sin medida, provocado, principalmente, por el narcotráfico que le declaró la guerra al país dejando huellas indelebles en nuestra historia. Sin embargo, como es natural en nuestra raza, en medio de la ira, la impotencia y el dolor, el empuje y las agallas permitieron que fechas desoladoras tuviesen también el cobijo de la esperanza.
La actriz, directora y gestora teatral Fanny Mikey en complicidad con el director y maestro de teatro Ramiro Osorio —que para mediados de los años 80 se desempeñaba como director de teatro y danza de la Universidad Nacional Autónoma de México y director del Festival Internacional Cervantino de Guanajuato— unieron sueños y esfuerzos propios y de quienes los secundaron, para que el 25 de marzo de 1988 se realizará la inauguración del primer Festival Iberoamericano de Teatro de Santa fe de Bogotá – FITB. La Plaza de Bolívar recibió a artistas, personalidades, espectadores y curiosos, que vivieron el inicio de una fiesta para nuestra ciudad, que se extendió hasta el Domingo de Resurrección. Nacía para el país y sus alrededores el certamen de teatro más grande que nos hayamos imaginado. Con destacadas producciones nacionales e internacionales, que ocuparon las principales salas, plazas, parques y calles de esta ciudad, que no tenía carnaval, pero que adoptó a este festejo como el suyo.
Fueron 1.622 artistas de 60 grupos de 21 países, quienes se presentaron en un total de 179 funciones en salas de teatro, 52 funciones en espacios al aire libre y 14 funciones de títeres; puestas en escena que disfrutaron 150.000 espectadores en teatros y 80.000 en calle.
¡Ay, Carmela! del dramaturgo José Sanchis Sinisterra, producción de Teatro de la Plaza de España, abrió el FITB en el escenario del Teatro Colón, función a la cual asistieron importantes personalidades de la cultura, la economía, el periodismo, la política, entre ellos el presidente colombiano de ese entonces, Virgilio Barco. Aquella noche puso luz en el camino a días que cambiaron a Bogotá y a sus habitantes. Acontecimientos como el malestar de la Iglesia, o tan lamentables como la explosión de la bomba puesta en el baño de hombres del Teatro Nacional de la Calle 71, en medio de una función —que no dejó ningún herido, pero si muchos destrozos y una alerta roja de seguridad—, no impidió que el monumental evento siguiera su marcha y se enfrentará a su enorme clausura. Al comienzo de la noche del 3 de abril de 1988, el colectivo Comediants de España se tomó suelo y cielo de la Plaza de Bolívar en su espectacular montaje Demonios, con 60.000 espectadores como testigos, que en medio de la catarsis ovacionaron sin límite a quien fuese el alma de la fiesta: Fanny Mikey.
Después de esta hazaña, vendrían otras y otras, una cada dos años, periodicidad con la que se celebraron las siguientes versiones de FITB y que nos permitió disfrutar de artistas y montajes que sobresalían en la programación del mundo, ahora reunidos en este altiplano en una bienal de dos semanas. Un festival que subía a los escenarios capitalinos a los creadores de las artes escénicas que hacían la historia del momento. Todo era teatro, circo, danza, marionetas, performance, música. ¡Que fechas!
Hace 15 años, en agosto de 2008, y meses después de la realización del décimo primer festival, Fanny Mikey murió y mucho del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá se fue con ella. Las siguientes versiones del FITB se llevaron a cabo con el interés de mantener fortalecida la institución de reconocimiento mundial, pero edición tras edición esta empresa se ha ido marchitando. El festival que en algún momento fue objeto de estudio desde el área de la gestión, al presentarse como una apuesta exitosa y autosostenible, cayó en desgracia económica y organizacional. La más reciente versión, la número 18, realizada en abril de 2022, no alcanzó a emitir el más leve resplandor del evento que brilló intensamente con luz propia. El festival se apagó y está demostrado que ni con el esfuerzo de la nación, de la empresa privada, de la Fundación Festival Iberoamericano de teatro de Bogotá, este revivirá.
Aunque no todo fueron mieles, las experiencias que nos ofreció el FITB, sin duda, movilizaron las dinámicas escénicas en Bogotá hacia la multiplicidad que hoy vivimos. Gracias al festival muchos de nosotros escuchamos “el llamado” en alguna de las innumerables funciones de este evento; propuestas artísticas nacionales se afianzaron reconociendo el lenguaje de importantes maestras y maestros que nos visitaron desde otros lugares del planeta; vieron la luz propuestas artísticas locales que han madurado en su constante presencia en el escenario; varias agrupaciones colombianas presentaron sus obras en otros países y fueron aplaudidas; y nacieron festivales que apostaron a ofertas artísticas paralelas, como es el caso del Festival de Teatro Alternativo que sigue robusteciéndose edición tras edición.
Nos hace falta el Festival, el que fue, el que revolucionó, el que nos enseñó, el que nos hacía vibrar, discutir, rabiar y apasionarnos. Es necesario despedir decentemente a aquel que nació hace 35 años y que se ha sostenido en modo zombi en estas últimas versiones. Por respeto a su legado, es importante decirle adiós a lo que algún día fue “Un acto de fe”.