Una ventana para el circo

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Foto cortesía de La ventana Producciones.

Por Argenis Leal 

Comunicadora social-periodista. Jefe de prensa, relacionista pública y periodista de cultura. Ganadora del premio de Periodismo Cultural para las artes 2017.

Serie de artículos del proyecto titulado Tras los pasos del nuevo circo, resultado de la Beca de Periodismo cultural y crítica  de  las artes de IDARTES 2021, categoría Arte Dramático. Artículos escritos entre octubre de 2021 y marzo de 2022.

Erika Ortega, de la emoción a la creación

“Colombia necesita un circo colombiano” 

Por más de catorce años La ventana Producciones, bajo la dirección de Erika Ortega, ha centrado su trabajo en la búsqueda y creación para el nuevo circo, donde además de la multidisciplinariedad ha incursionado en nuevas historias y relatos. 

“El circo es un lenguaje que permite muchas cosas, puede ser sublime, frenético, riesgoso y sobre todo, verdadero. Ofreciendo espectáculos vibrantes, atrevidos y festivos, que se logran, gracias a la convergencia de equipos creativos con amplia trayectoria y técnicas que transitan por múltiples lenguajes”, afirma Erika Ortega, actriz, creadora y payasa, fundadora y directora de La ventana Producciones.  Su desbordante energía nunca pasa desapercibida, así como su buen humor y la enorme necesidad de moverse y estar creando.  Para Juan David Villa, su compañero de aventura creativa hasta el 2020, “ella es la mejor payasa del mundo”. No le tiene miedo a la experimentación y sus obras de circo pueden abordar temas tan diversos y poco convencionales para este género, como la corrupción, la violencia psicológica, las luchas sociales, el amor, los thrillers policiacos y hasta el dancehall.

La primera vez que la vi estaba amarrada a un arnés, compartía escenario con el acróbata Tatán Hernández y a partir de una minuciosa coreografía de danza fachada, relataban la historia de amor de una joven y su decisión de poner fin a una larga cadena de tragedias familiares, la obra era la comedia Las tías. Erika nació en Bucaramanga y siempre tuvo claro que quería ser una actriz ‘dramática’, al nuevo circo llegó por casualidad. “Yo no vengo de una familia de circo de tradición, para mí el circo es el circo. Cuando yo empecé no se hablaba de diferencias, pero el circo teatro, que puede ser el precursor del nuevo circo, se venía haciendo en Colombia desde los años 40, eran caravanas itinerantes que llegaban a las ciudades y pueblos, el escenario era una carpa y en los intermedios de las obras de teatro tenían actos de circo. Cuando estrené Cicle, no tenía ni idea que eso existía; La Gata Cirko ya hablaba de circo contemporáneo y nosotros lo definimos como circo teatro, pero la búsqueda era la misma, tener diferentes áreas artísticas en una sola puesta en escena”.

Cicle, la primera obra de gran formato que dirigió, fue estrenada en el 2009 en el Teatro Cafam de Bellas Artes, y parte de una reflexión sobre la muerte, en la cual construye un lugar de tránsito donde las almas de cuatro payasos deben abandonar las penas y miedos para poder avanzar. Contó con quince artistas en escena, entre acróbatas, músicos y clowns, como Cecilia ’Chichila’ Navia y Santiago Alarcón. Montaje que fue resultado de un trabajo continuo y persistente. Misi una vez le dijo: “tú no eres terca, tu sueñas y quieres hacer realidad tus sueños, no le digas terquedad, tu eres insistente”, las dos tenían eso en común.

El viaje que cambió su vida 

Desde pequeña fue parte de grupos de teatro, le encantaba actuar, pero nunca imaginó que fuera  una carrera profesional, sobre todo porque vivía en una provincia, “nunca imaginé irme de mi casa, de mi ‘tierrita’,  pensaba estudiar mercadeo y publicidad en Bucaramanga,  tenía claro que si quería seguir estudiando tenía que pagarlo yo misma”, pero tras culminar sus estudios en el colegio el Rosario, en Florida Blanca, con solo quince años, fue enviada contra su voluntad a Bogotá. Instalada en la casa de su tía, soportando el frio capitalino y el aburrimiento en una ciudad que no conocía, visita la Facultad de Artes de la Universidad Distrital (ASAB). “El novio de mi prima estudiaba dirección, llegó una tarde y nos dijo que lo acompañáramos a matricularse, apenas puse un pie ahí ¡fue mágico!, yo caminaba y decía ¡Dios, esto existe!, yo miraba el salón 125 con los mismos vidrios rotos de hoy en día, gente ensayando, pintando, esa visita me cambió la vida”.

Contra todo pronóstico superó las pruebas de ingreso que duraron semana y media, donde interpretó parte de Fausto de Goethe, “recuerdo que el formulario me costó once mil pesos, pero el semestre se pagaba por declaración de renta. En las inscripciones conocí a Walter Luengas, ahora un actor reconocido, él me ayudó, pero en el fondo pensé que no pasaría, porque yo jamás había hecho nada de eso, así que no fui el día de los resultados. Él me llamó y me dijo: ¡pasaste! Decidí quedarme, llamé a mi mamá y le dije que me mandara el resto de mi ropa”, recuerda entre risas. A los seis meses de vivir en Bogotá se quedó sin hogar, su tía viaja para radicarse en España, pero ella decide continuar estudiando. Walter y sus padres se convierten en su principal soporte. Desde ese día hasta obtener el título trabajó vendiendo helados en Unicentro.

Una ventana para el circo 

En Bucaramanga vio su primera obra de circo. “A mi abuelo le encantaba el circo, muchos pasaban por la ciudad, a mí me gustaban sobre todo los payasos. Después en la universidad vi clase de clown con Jorge Prada y Juan Carlos Agudelo, yo decía: soy una actriz trágica, melodramática, máximo trágico-cómica. Pero en quinto año vi un montaje en el Iberoamericano con una tropa de payasos impresionantes, eso me hizo pensar en estudiar clown en España, pero no me aprobaron la visa”. Tras terminar su formación inicia su vida profesional en el taller de títeres del teatro Colsubsidio donde conoce al Nicolas Deletoille, dos años después se vincula a la Doctora Clown como payasa hospitalaria. “Cuando descubrí que me divertía tanto siendo payasa, me dije ‘tan marica usted Erika, diciendo que solo sería una actriz dramática, mire todo lo que puede encontrar con el payaso. Cuando estoy de payasa me desdoblo, no hay límites en el universo del payaso, puedes ser torpe, irreverente, te vuelves niña otra vez”.

La relación con Luz Adriana Neira directora de la fundación Doctora Clown, crece rápidamente, lo cual le permite a Ortega incursionar en la producción, gestión de recursos, formulación de proyectos y dirección de sketches, experiencias fundamentales en lo que sería su nuevo proyecto de vida: La ventana Producciones. En representación de la Fundación, Erika asiste a la Primera Convención de Circo organizada por Arte en todas partes, con la dirección de Carlos Montenegro y Juan David Villa, reconocidos malabaristas y promotores del nuevo circo en la ciudad. Villa le abrió las puertas al universo del circo y decidieron crear La ventana, la cual tendría un componente de circo muy fuerte a nivel social, pedagógico y de creación.

El sueño se materializó en un apartamento sobre el eje ambiental que tenía un gran ventanal, “soñábamos con hacer obras en ese lugar, que la gente nos viera desde el eje ambiental, entraba una luz maravillosa, hasta tenía un farol, por eso se llama La ventana. Lo primero que hicimos fue ir a la Cámara de Comercio y crear una organización sin ánimo de lucro. Me toco aprender sobre la marcha y en múltiples frentes, porque el primer contrato nos llegó a los tres meses, fue el lanzamiento de Telefónica a nivel nacional, teníamos más de 80 personas en escena y todo organizado desde la sala de ese apartamento”. La primera etapa de la organización fue de mucho trabajo, crear relaciones con empresas y gestar eventos corporativos, lo que garantizaba poder mantener las otras líneas de acción de la compañía.

La ventana pronto se convirtió en un lugar para todos, abrieron una bodega en el barrio La Candelaria con entrenamientos permanentes en acrobacias, pulsadas, telas, trapecio, clown y hasta impro, lugar obligado para bailarines, acróbatas y otros artistas. Pero, después de dos años de un intenso trabajo, Erika se siente agobiada, le faltaba algo, necesitaba crear. “Llamé a Nicolás Deletoille y le dije que tenía una idea, hable como media hora sin parar, quería que él dirigiera nuestra primera obra, pero al terminar me dice: tú tienes todo claro, no me necesitas, dirígela. Quedé en shock, yo no soy directora pensé”, así empieza Cicle.

Creo un brochure con todo lo que se imaginaba sería su obra y junto a ‘Chichila’ Navia visitaron el teatro de Bellas Artes de Cafam bajo la dirección de Jorge Guzmán, cautivado por las actrices decide sumarse a la producción. Erika jamás le dijo que era su primera obra. A pesar del buen inicio, tres meses después no tenía patrocinadores, ni presupuesto para continuar, así que decide cancelar la temporada, pero el equipo no lo permite, la apoya y motiva para continuar. “La gente que veía la obra, nos decía que no creían que fuera de acá. Fue un montaje con toda, hacíamos acondicionamiento físico en la Liga de gimnasia de Bogotá y talleres de clown. Fue una experiencia muy bonita, yo era uno de los payasos.  Recuerdo que el estreno duró más de dos horas, al siguiente día llegó Erika y nos dijo: toca cortar. Los acróbatas alentados por Santiago Alarcón hicieron un sindicato, en ‘mamadera de gallo’ pero fracasó, entendieron que la dirección es la dirección. Fue una de las primeras obras de gran formato en circo que se hizo en Bogotá”, recuerda sobre el estreno Juan David Villa.

“Queríamos hacer un circo llamativo, innovador y conmovedor, que moviera algo en el espectador, más allá del asombro de la hazaña, que es inherente a la naturaleza del circo, queríamos estremecer. Mi campo es el hacer, creo que como creadores debemos seguir nuestros impulsos, Colombia no necesita un circo francés, necesita un circo colombiano, somos muy diferentes, nuestras historias son distintas, nuestras vidas son distintas, aquí los artistas tienen otro nivel de interpretación, otro nivel de compromiso con la escena, necesitamos un circo que nos narre”, agrega Ortega. La segunda temporada de este montaje fue comprada en su totalidad por el teatro.

Después de Cicle, Erika ha dirigido doce obras: El deseo de Agustín, Saudade, Las tías, Dementes, Murmullo y Tú tranquilo, entre otras.  No le huye a los retos, de hecho, le encantan, le gusta conocer personas y los procesos intensos, su última creación es un formato que fusiona dance hall, música urbana en vivo, danza y circo, junto a Franko 24/7 (Franco Hurtado). Aunque se considera cero reggaeton, le dijo: “déjame escuchar la música y si me gusta vamos.  Como directora, siempre inicio la puesta en escena, con preguntas como: ¿por qué quiero hacer esto?, ¿cuál es el sentido?, ¿de qué quiero hablar?, ¿qué es lo que me tiene el nudo en la garganta? Lo que yo denomino la intensión artística, creo que por eso el trabajo de La ventana es tan teatral, la técnica no es lo que más me interesa, pero siempre cuido que exista el circo, el riesgo, que el público sienta y vea el fondo del circo que sin duda es la capacidad extra humana que tiene el cuerpo”. Para ella, la dramaturgia del circo se complementa en la técnica, en el trabajo colectivo con los artistas.

El circo social

Juan David Villa, psicólogo con una gran trayectoria en trabajo con comunidades, creador de Arte en todas partes y posteriormente compañero de Erika, impulsa la línea de Circo social de La ventana. Una apuesta para brindar otras oportunidades a jóvenes en estado de vulnerabilidad, para que cambien sus miradas frente a sus proyectos de vida a partir del uso de técnicas de circo. Hacia el 2006 La ventana se vincula con organizaciones que trabajan con niñez y adolescencia para desarrollar habilidades para la vida, esto significó crear espacios por medio del arte para ahondar en temas como la disciplina, el autocuidado, la empatía, el derecho a la diversidad y el trabajo en equipo. “Ahí empezamos una investigación fuerte en cómo el circo y sus disciplinas pueden despertar en niños, niñas y adolescentes, no desde el deber ser; sino desde el juego y la lúdica estas habilidades, que al final garantizan que podamos tener una sociedad sana. Eso es lo que hacemos desde el área de trasformar de La ventana, usar las herramientas del circo, el teatro y del payaso, para abrir espacios de formación desde la práctica artística”.

No son talleres de circo, es una metodología de implementación de las técnicas de circo, donde descubrieron: qué, por qué, para qué y cómo cada técnica contribuye al desarrollo de una habilidad, por ejemplo: ¿Cómo los malabares desarrollan disciplina? La primera versión fue en el 2011 junto a la Fundación Plan internacional en Quibdó, Buenaventura. “Una vez hicimos uno, no paramos. Hemos recorrido Colombia así. En una oportunidad tuvimos trece equipos en simultánea. Vivimos cosas divinas, pero también muy peligrosas. Por ejemplo un niño en Córdoba huyendo del reclutamiento, lo veíamos muy raro, un día llegó muy asustado, tenemos un protocolo de atención, nos contó lo que estaba pasando, ahí activamos alarmas con el ICBF”.

Su última intervención fue realizada durante el 2020 en siete localidades de la ciudad, con el objetivo de impactar el consumo temprano de sustancias sicoactivas y el reclutamiento forzado. No solo se trabaja con artistas, además se incluyen psicólogos, trabajadores sociales, antropólogos y profesionales de otras disciplinas, que analizan muy bien el territorio y la pertinencia de las herramientas a usar, también adelantan capacitación intensa a los equipos, son formadores de formadores.

Es así como La ventana se ha transformado en un espacio de reivindicación del circo. “Un espacio de lucha, para darle el lugar a este arte milenario que no ha tenido la importancia que se merece. Un espacio donde se impulsa, si lo hablamos desde el circo, es como una cama elástica para impulsar nuestros sueños y los sueños de otros” concluye Ortega.


Lea los artículos enlazados al proyecto Tras los pasos del nuevo circo:

De la carpa al escenario

De Circo Ciudad a Payasos sin fronteras

Cuando el circo llama. La Gata Cirko un destino inevitable

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