Finalmente, diez inolvidables del Festival de Teatro y circo de la ciudad de Bogotá

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 Estrellas No hay valoraciones
Cargando...

.. Comments (0)225

Por Carlos Moisés Ballesteros P.

Dramaturgo, director teatral y columnista 

Artículo escrito en el marco de la Beca de periodismo y crítica de las artes 2022 – 2023 que hace parte del proyecto ganador Hacía una mirada panorámica de la evolución de la dramaturgia bogotana y sus principales protagonistas, a través de la historia del Festival de teatro y circo de la ciudad de Bogotá.

Para cerrar nuestro estudio hemos contemplado este último artículo para reconocer diez dramaturgias que han circulado por el Festival de Teatro y circo de Bogotá, atendiendo a la premisa inicial prometida en la beca, pero que, en conclusión, era muy sesgada, si dedicábamos este estudio a solo diez trabajos dramatúrgicos. La conclusión después de la primera fase de caracterización de los materiales obtenidos al revisar las sábanas de programación, fue la necesidad de abordar a una serie de autores de mayor tránsito y elaborar un artículo final en el que se recogieran diez textos de autores con una representación menor dentro del festival, pero que sin lugar a dudas, se tratan de autores que han aportado considerablemente a la construcción de una dramaturgia local con estándares importantes. Aquí esa lista de diez inolvidables.

El palacio arde, dramaturgia responsable

Comenzamos por este último vistazo a nuestra dramaturgia con una obra que nace en un proceso de creación colectiva que desarrolló el grupo de teatro Entre-tensiones, bajo la dirección de Leonardo rodríguez y que aborda, desde un lugar muy sensible, los hechos ocurridos en la toma y la retoma del palacio de justicia, hecho provocado por el M-19 y las fuerzas militares del estado colombiano. A este espectáculo fueron invitadas dos víctimas del hecho y la reconstrucción de los sucesos ocurridos, así como otros que son provocados desde la ficción sirven de plataforma para que, tanto víctimas como artistas se pregunten por el lugar de la memoria, la responsabilidad del arte en ciertos procesos y la importancia de entender la historia como un móvil que no es definitivo y que debe dejar de verse solamente desde un lugar político.

La tarea que emprende Leonardo Rodríguez con su equipo no es esencialmente un ejercicio dramatúrgico sino de puesta, pero es trascendental por el tipo de plataforma que construye y que logra proporcionar nuevas ideas sobre cómo debe tratarse la realidad, cómo debe constituirse un teatro que es responsable de su realidad, de su presente y que es consciente de cómo algunas posturas abordan la realidad desde una orilla oportunista y sin el tacto necesario para entender que siempre estamos ante el dolor de los demás.

Labio de liebre, primeros episodios sobre la reconciliación del país en el teatro

Labio de liebre es sin lugar a dudas uno de los acontecimientos teatrales de mayor trascendencia de los últimos años. Su aparición marcó el camino de una serie de obras que buscaban explorar un nuevo territorio que se abría con la posible firma de un tratado de paz. Allí, Fabio Rubiano aborda la necesaria pregunta sobre el cómo debemos asumir un nuevo período de posible convivencia entre perpetuadores que han decidido volver a la vida civil y lo que esto puede abarcar.

También y quizás como una de las preguntas ejes de la obra se aborda la impunidad que puede acarrear esta clase de procesos, lo que implica dejar atrás, lo que implica una forma de perdón y una manera de empezar a conducir, desde lo artístico, estos nuevos senderos de la creación. La apuesta de Rubiano, no solo construye una pieza desde una orilla bastante clásica en un sentido estructural que responde a cánones que siempre serán discutidos en la contemporaneidad, pero que no dejan de tener un grado de dificultad tan alto que, con frecuencia, encontramos intentos fallidos. Labio de liebre marca un punto de referencia para el teatro contemporáneo nacional, debido a que es una de las obras con mayor circulación nacional y que más alto alcance ha tenido a nivel de espectadores.

Por último, vale la pena mencionar que, el humor negro que ha propuesto Rubiano, se ha convertido con el tiempo en un emblema particular, una especie de línea de trabajo que otros equipos han ido abordando a su modo, pero que encuentran en la dramaturgia de Rubiano una referencia de notables procedimientos.

Johan Velandia y la voz coral

Johan Velandia es el dramaturgo bogotano que más ha dedicado tiempo de su obra al abordaje de la narraturgia, es decir del teatro que se aproxima al lenguaje narrativo como forma escénica. Límite que le ha proporcionado una voz particular y que ha llevado su dramaturgia a explorar formas de la escena en que el narrador cobra mayor relevancia y la situación dramática se diluye dando paso a la coralidad.

Sus puestas siempre se mantienen en el filo entre lo que se narra y lo que sucede, y este cambio de la forma le ha acercado al coro trágico, actualizándolo para encontrar en él posibilidades de tratamiento de su realidad. También en la puesta a mutado su teatro, es decir, al no contar con notables escenas de acción dramática, la coralidad ha dado paso a la aparición de un teatro que limita con las formas de la danza. Velandia se ha convertido con el tiempo en un referente para las nuevas generaciones en gran medida por la estética de sus espectáculos, pero también pueden reconocerse en obras como El ensayo o Camargo, apuestas muy maduras sobre cómo tratar el acontecer de nuestro territorio, encontrando una estética en la que se mezcla con riqueza lo contemporáneo con formas tradicionales de nuestro habitar nacional.

El ausente, Felipe Botero y la nostalgia de los desaparecidos

Botero es uno de los dramaturgos contemporáneos más atractivos de Bogotá, y su teatro puede considerarse un homenaje al realismo norteamericano de mayor esplendor que nos regaló autores como Eugene O’neal o Tenesse Williams. En sus búsquedas juega un gran papel tanto el escenario interior como el exterior, que alientan la expresión de lo íntimo en los personajes, mientras esto tiene una resonancia especial en lo social.

Muy cercana también a la pieza, su escritura ha desarrollado grandes episodios que, con el tiempo, se han convertido en grandes referentes de la dramaturgia local, tanto El ausente como Ositos de goma o Yugoslavia, que han tenido su paso por el Festival de Teatro y circo, son obras que han despertado un enorme interés de parte de los espectadores y esto se debe a que Botero explora y entiende muy bien el concepto de la acción dramática y nos permite navegar en situaciones de gran belleza, sin perder la realidad nacional como norte, con El ausente, por ejemplo, estamos además ante un texto que aborda el conflicto desde el hogar citadino, aprovechando una nostalgia particular que logra provocar conmoción en quien lo lee, una mirada que se aleja de los escenarios bastamente explorados en nuestro teatro. Su mirada es sutil, sensible y muy bella, un autor que no puede faltar en el amplio panorama de la creación dramatúrgica y su evolución.

Juan Diego Arias, una mirada actual de la pieza naturalista

Juan Diego Arias le ha brindado al Teatro Libre un punto muy alto en su estilo, otorgándole, como en pocas ocasiones, una mirada propia y una voz a este estilo que por tantos años les ha caracterizado, pero que, en la mayoría de las ocasiones, han tenido que echar mano de obras cuya autoría no es nacional, lo que provoca cierto distanciamiento de su teatro con el ejercicio de narrar el acontecer de nuestros tiempos. Arias se combina con este estilo clásico que reconocemos del Teatro Libre y les brinda un texto actual, oportuno a nuestro tiempo, de gran calidad y que, con el tiempo, se convirtió en un referente de valor para las nuevas generaciones.

Ascuas y azufre se trata de una comedia que aborda la corrupción, empleando en escena dos personajes nada más y en la que la acción dramática (Hacer con la palabra) cobra enorme trascendencia. Allí, podemos reconocer con gran deleite lo mencionado por Harold Pinter en su discurso de recibimiento del nobel en el que, entre otras cosas, menciona el valor de la habitación para dos, con la que quiere recordarnos la potencia del acto único y del espacio único desde el que se abre un mundo total. El acontecer del “aquí” y el “ahora” nos dan cuenta del “allá” y el “entonces” y, de esta manera podemos navegar por una historia que va y viene entre el presente y el pasado sin la necesidad de movernos de nuestro lugar. Su dramaturgia, la de Arias, nos atraviesa con gran satisfacción y se convierte en un referente necesario para nuestra reflexión.

Noche oscura, lugar tranquilo, Carlos Enrique Lozano

Aunque Carlos Enrique Lozano no es un autor bogotano, su dramaturgia a estado ligada a Bogotá y hace parte de una generación muy importante de autores que permitieron el resurgimiento del teatro de autor entregándonos obras como Los difusos finales de las cosas, o La sierra nevada de Eliseo Reclus.  En Bogotá, en la última década, hemos tenido la oportunidad de reconocer dos versiones de su obra Noche oscura, lugar tranquilo, cuya circulación por el Festival de Teatro y circo, nos ha permitido contar para este estudio con una obra y un autor de gran interés y valor para las generaciones que ahora mismo empiezan a abanderar el medio de la creación bogotana.

Noche oscura, lugar tranquilo además de ser una de las más recientes creaciones dramáticas de Lozano que han circulado en Bogotá, cuenta con la virtud de ser una obra cerrada en sus partes que retoma el camino de lo clásico, apelando a las unidades de acción y de espacio que antaño dejará de explorar construyendo obras en las que lo épico y lo narrativo cobrarán un valor especial y fueran una búsqueda personal muy característica. Con el retorno a estos valores Lozano deja ver que maneja muy bien las unidades aristotélicas de espacio, personaje, conflicto y acción y que la progresión de su obra es impecable, asalto tras asalto.

Hienas beben brandy, el ritmo de la palabra en la distopía

Juan Camilo Ahumada es de los dramaturgos más jóvenes que alcanza a cubrir el festival en las últimas ediciones y aunque ya no es del todo un joven creador, su generación hace parte de una ola muy rica en autores, diversidad temática y formal de tratamientos, procedimientos y búsquedas. Su generación ha salido irreverente y convencida del camino de la escritura como una opción concreta y posible, es resultado de la generación de creadores que aparecieron en los noventa y que se consolidaron con mayor fuerza en los dos mil y que dan paso a una camada casi incontable de autores que aparecen a diario y que escriben con la convicción que le fuera robada a los autores en otras épocas.

Con Ahumada podemos asistir a la construcción de un ritmo en el dialogo, a través de la reiteración de la palabra en juegos y combinaciones que parecieran construir el error del habla coloquial en la naturaleza de la palabra que está diseñada para ser dicha o que emula muy bien la palabra natural. Mientras esta clase de ritmo sucede, también es de una exótica belleza que, cuando es leída, también encuentra maneras de conjugarse en el paisaje que se va trenzando con delicadeza y profundidad. Su teatro aborda además una nostalgia casi literaria que no solo queda retratada en las situaciones que produce si no también en la sensación de que el lenguaje ésta cambiando y con él, algunas palabras están quedando en desuso. Ahumada cuenta ya con varios reconocimientos por la voz poética que construye su teatro. Hienas beben brandy, una de sus no tan recientes obras premiadas, es un texto en el que se construye una realidad distópica muy probable para nuestros tiempos, en los que el paisaje apocalíptico nos desborda mientras somos interpelados con astucia por episodios que nos recuerdan la realidad de nuestro tiempo.

I took Panama, un clásico olvidado en el tiempo

Es lamentable que una de las piezas teatrales más importantes de Colombia ya no esté teniendo un lugar en los espacios de representación, aún cuando la vigencia de la misma nos pone frente a frente contra muchos de los problemas que, en la actualidad seguimos padeciendo por la forma en que somos gobernados y la naturaleza de los intereses de quienes nos gobiernan. La obra de Luis Alberto García no solo constituye un material muy rico en documentación histórica sino también una clase de teatro documental que podría considerarse maestra por la dinámica casi pedagógica en la que se adentra en problemas de la nación que hoy por hoy, todavía tienen consecuencias en nuestro ámbito social y político.

El teatro de Luis Alberto García es claramente una muestra de la importancia del teatro de autor y de la importancia del documento artístico como parte de la reconstrucción de la historia. Allí, más allá de la veracidad total de los hechos, se encuentra un teatro que explora la realidad y la atraviesa por el filtro de lo narrativo con gran efectividad. Una comedia que, por sus hechos pareciera más una tragedia nacional de gran incomodidad que se hace cargo además de un hecho muy poco pronunciado en nuestro teatro colombiano, la perdida de Panamá, a manos de las transacciones de Estados Unidos, un país que hoy por hoy, sigue desarrollando movidas sociopolíticas que atentan contra el beneficio de otros países a costa de su bienestar.

Toque de queda, la herencia de Luis Enrique Osorio

Quizás hayan pasado muchos años desde la aparición de Luis Enrique Osorio y también de su supuesto ocaso con el surgimiento de un teatro que tenía otras prioridades y que, entre otras cosas detuvo en gran medida la aparición y la evolución de un teatro de autor en nuestro país. Sin embargo, la dramaturgia de Luis Enrique Osorio es quizás una de las más afortunadas de mediados del siglo anterior y que se conserva hasta nuestros días por la riqueza textual con la que fue elaborada.

Toque de queda es definitivamente una de las obras que mejor ha sabido sobrevivir al paso del tiempo y un ejemplo de esto es su presencia dentro del Festival de Teatro y circo organizado por Asosalas y el Idartes, desde su aparición hace ya más de setenta años. Toque de queda a contado con muchas versiones que van desde el teatro escolar, pasando por el teatro profesional en distintas versiones hasta adaptaciones desarrolladas para radioteatro y otros medios. Osorio propone una comedia de situación que aún hoy se siente vigente en la aparición de los temas abordados, como la corrupción, y que además hace gala de diferentes líneas de progresión en las que se permite explorar sucesos cotidianos que rodean el hecho histórico concreto que hay detrás de la obra, el Bogotazo. Esta comedia, rica en su dialogicidad, pero también en las partes de su estructura, ha llegado a nuestros días y es una prueba imborrable de los alcances de nuestro teatro y de la calidad que antaño se alcanzara en la elaboración del texto dramático, una herencia muy importante para las generaciones posteriores.

El silencio de las cosas rotas, dramaturgia curatorial y del escenario

Una de las obras que quizás recuerdo con especial agrado del Festival de Teatro y circo es El silencio de las cosas rotas, la cual cuenta en si con la dramaturgia de autor de varios autores de reconocida trayectoria, algunos de los cuales fueron comentados en este estudio. Pero que no cuenta solo con la dramaturgia del autor como protagonista si no que, en esta ocasión cuenta con un ejercicio curatorial particular de parte de su directora Katalina Moskovictz, la cual tiene una relevancia trascendental en el entramado que se construye como espectáculo dentro de esta obra. No se trata solo de un compendio de obras seleccionadas por una consideración temática si no que, en realidad son una serie de textos que se involucran dentro del espectáculo con sendas preguntas que hacen movilizar la perspectiva del espectador.

En suma, el trabajo de varios autores de reconocida trayectoria como Felipe Botero, Erik Leyton, Carlos Enrique Lozano, Pedro Miguel Rozo, entre otros autores, se combina con maestría gracias a la visión aguda de la directora quién emplea diferentes recursos teatrales para dar plataforma y lugar, unidad y sentido, a una serie de preguntas individuales que van transformándose bajo su filtro en un solo espectáculo. Es lamentable que, dadas las características del proyecto, este no pudiera mantenerse activo por más tiempo y obtuviera la circulación que se merecía, pero aquellos que tuvieron la posibilidad de asistir y presenciar este ejercicio sabrán ponerlo en el lugar victorioso que merece una puesta bien ejecutada.

Finalizar este análisis, comprendiendo y atendiendo a la diversidad de un medio que crece vertiginosamente es una de las tareas que mejor me ha venido para comprender mi lugar en este gran abanico de ofertas y demandas culturales, de preguntas estéticas y de respuestas provocadoras que aparecen cada día en el panorama. Nuestro teatro es cada día más visible en el exterior y cada día cobra mayor sentido la experiencia del espectador internacional ante nuestras apuestas, todas de diferentes estéticas, procedencias y devenires. No cabe duda que estamos evolucionando a diario y que el valor documental de estos alcances es totalmente necesario para entender nuestro procesos histórico y reconocer en él, a sus principales protagonistas.

___________

Puede leer los otros nueve artículos que completan este proyecto, dando clic aquí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.