El personaje ‘Paula Sombra’ es una mujer que murió en 1940, pero nos cuenta su historia hoy, en el presente del espectador, por una reverberación de la memoria. Un espectro de lo femenino en la primera mitad del siglo XX. Ella representa para sus cortejantes a la ‘Muchacha Triste’, a la ‘Niña’, a la ‘Mujer Azul’, a la ‘Mujer Visón’, a la ‘Amante’, a la ‘Muerta’. Las crea para advertir a su público, para imponer respeto. Paula de niña fue despierta inquieta, voluntariosa y sobre todo imaginativa. Una niña libre y creativa a la que la educación moral convirtió en una muchacha inteligente y culta, pero triste, por reprimir sus impulsos creativos. Su misma condición la alejó de lo que habría sido la vida normal de una mujer de pueblo, vida que no aceptó, a pesar de las tentaciones normales de la juventud, porque veía en esa vida la falta de creatividad y la sujeción a las normas que al hacerse mujer adulta no aceptó más. La muerte de sus parientes impulsó su rechazo y la decisión de satisfacer sus deseos y necesidades por caminos que no coincidían con las costumbres lugareñas. Ya en el apogeo, mujer hecha y derecha, logró riqueza material que le permitió independencia y la hizo blanco de las críticas y envidias del pueblo. Luego vino el amor, el lugar en el que coinciden sus sueños y su capacidad de hacer, de crear. No podía ser un amor vulgar, tenía que ser la depuración de los anhelos y la inventiva: un amor libre y total. Después no queda más que el declinar de la vitalidad, del deseo, la sombra.
Proyecto de: Sala Vargastejada
Dirección: Camilo Ramírez
Dramaturgia: Camilo Ramírez
Elenco: Beatriz Espinoza