Entramos al teatro con un programa de mano que nos sugiere que la obra se puede llamar como nosotros queramos (hay una línea para rellenar). La obra comienza y vemos como una mujer es torturada por un joven, sin embargo, dicho joven no para de lanzarnos miradas amigables y cómplices, nos sonríe. Y finalmente en este tortuoso prólogo, el muchacho nos interpela directamente; rompe la cuarta pared y nos habla del tercer llamado, nos sugiere el comienzo del espectáculo, que estará para nuestra entretención, y que por lo mismo, nos propone un juego, una apuesta, «para hacerlo más divertido»: él apostará a qué la familia que veremos a continuación (otra serie de personajes) estará muerta en dos horas, y nosotros, como espectadores, debemos apostar que no será así… «¡Disfrútenlo!» La obra ha empezado y tras cada acción, la progresión de las escenas nos sugiere el típico Home invasion del cine de terror; la diferencia es que esto es teatro (¿O no?), y los asesinos seriales no paran de interactuar con nosotros, de preguntarnos si estamos a gusto, satisfechos, entretenidos en nuestros cómodos asientos con la tortura que estamos viendo, inclusive, cuestionando: sino es así ¿Entonces por qué seguimos allí, observando? Obra que parte de la película de Michael Haneke «Funny games», una reflexión sobre la relación arte-violencia; está vez presentándose en un territorio que los medios tradicionales de información han etiquetado como violento por años. ¿No es esto en sí mismo una performance?: la presentación de personajes violentos sin las razones sociológicas cliché…
Proyecto de: Compañía con carácter destructivo
Dirección: Frederik Angulo
Dramaturgia: —
Elenco: Yuseef Suárez, María Fernanda Serrano, Cristian Ruíz, Luz Marina Aguilera, Carolina Sánchez, Gabriel Quevedo, Fabio Higuera y Sebastián Benavides