Es el invierno de 1894 en un gélido fiordo al oeste de Noruega. Torvaldo y Bianca están recién casados. Viven su idilio conyugal lejos del mundo, preparándose para recibir la visita de Vladín, la hermana de Torvaldo, que viene supuestamente a pasar sus últimos días allí. Trae consigo a Nataniel, su bien más preciado, un enigmático personaje al que trata como si fuera su propio hijo. Su llegada hará florecer los
secretos más terribles e inconfesables de cada uno de ellos.

La obra aborda dos temas centrales. Por un lado, está la teatralidad, el permanente juego del teatro dentro del teatro, que nos lleva a reflexionar sobre la representación y su componente de falsedad, de artificio, de pose. No es sólo un capricho formal, un motivo cómico basado en las actuaciones impostadas: se busca problematizar la frontera entre realidad y ficción, entre la vida y su representación escénica.  Y por el otro lado está el tema de la culpa. La presencia de un «chivo» es un elemento atractivo por su potencial desestabilizador en la escena y por su carácter surrealista. Pero por encima de esto, es una metáfora de la milenaria figura del chivo expiatorio. Presente por primera vez en las Escrituras bajo la forma del cabro que es enviado al desierto para expiar los pecados del pueblo de Israel, se ha convertido en una imagen del mecanismo social y psicológico, colectivo e individual a un mismo tiempo, por medio del cual le asignamos nuestras culpabilidades a un tercero muchas veces inocente. Rebú, es pues, una reflexión sobre la cuota de responsabilidad que nos corresponde frente a situaciones de las que preferimos lavarnos las manos.

Proyecto de: Teatro del embuste

Dirección: Matías Maldonado

Dramaturgia: Matías Maldonado a partir de la obra homónima del brasilero Jô Bilac

Elenco: Natalia Helo, Javier Gardeazabal, Hernán cabiativa y Alejandra Gaitán