Pamela Hernández: Esto-vi en 2025

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Actriz y gestora cultural con más de 20 años de trayectoria en las artes escénicas. Su experiencia en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá marcó el inicio de una destacada carrera en el Teatro Nacional, hace 14 años, donde ha liderado área artística, comercial y de marketing. Es fundadora y directora del Festival Estudiantil de Teatro de Bogotá, en sus 9 ediciones, plataforma que impulsa nuevos talentos de colegios públicos y privados del país. Desde abril de 2024 es directora artística del Teatro Nacional, consolidándose como una de las referentes del sector cultural en Colombia por su liderazgo que ha impulsado la modernización y proyección del circuito de salas del Teatro Nacional.

El movimiento cultural en Bogotá vive un momento de vitalidad excepcional. La ciudad vibra con salas llenas, nuevos públicos que se acercan a las artes y un crecimiento notable de proyectos y producciones que reflejan su diversidad. Todo ello evidencia una capital que reconoce en la creación artística un espacio indispensable para el pensamiento, la sensibilidad y la memoria colectiva. De acuerdo a este trabajo juicioso que realiza Kiosko Teatral, me entregaron una lista con más de 340 producciones teatrales que se realizaron en el 2025, es maravilloso ver este movimiento teatral importante que transforma comunidades, renueva lenguajes y tiende puentes entre generaciones. Y demuestra, una vez más, que pese a los retos propios de la ciudad, el arte sigue siendo un territorio fértil donde florecen la imaginación, la crítica y la esperanza.

Agradezco profundamente esta invitación tan especial de William Guevara. Fue un ejercicio hermoso volver a pensar en esas obras que vi este año y que, de una u otra manera, me marcaron, me sacudieron y se quedaron conmigo. Elegir solo diez no fue fácil, recordarlas me hizo valorar aún más el camino recorrido, especialmente en un año en el que también acompañé la programación de 26 producciones en nuestras salas del Teatro Nacional. Aun así, revisitar estas experiencias me recordó porque amo el teatro y la fuerza con la que cada una de estas obras resonó en mí. Ha sido un viaje intenso, hermoso y lleno de aprendizajes, y poder compartirlo me emociona y me honra profundamente.

Gracias por invitarme.

 ¿Cómo puedo no ser Montgomery Clift? La Maldita Vanidad / Dirección: Jorge Hugo Marín

Invita al público a una experiencia teatral profundamente humana y conmovedora. La obra explora los conflictos internos de un artista frente a la fama, la identidad y la vulnerabilidad, a través de una puesta en escena íntima, poética y visualmente poderosa, en un espacio no convencional, que se transforma.

Es una pieza que conecta con quienes buscan un teatro que cuestione, emocione y exponga la fragilidad detrás del éxito. Quiero destacar el diseño sonoro, que crea una atmosfera que te sumerge en la historia;  junto con la interpretación de Camilo Sebastián, y una dirección acertada que articula cada elemento con precisión, dando como resultado una puesta que te hace reflexionar sobre la autenticidad y el precio de ser uno mismo, temas universales que siguen siendo tan actuales como el propio Montgomery Clift.

La electus / Sin compañía clown / Dirección: Juan Carlos Yela

Tenía muchas ganas de ver esta obra, que lleva varias temporadas y que tantos comentarios despierta. El clown es un lenguaje complejo, que exige precisión, oficio y una sensibilidad particular para contar historias que toca fibras profundas. Es un arte que permite hablar de lo doloroso sin perder la humanidad y que, a través del humor, revela verdades que a veces no caben en otros formatos. El payaso dignifica, cuestiona y nos recuerda otra manera de estar en el mundo.

La electus, “la elegida”, es una pieza que combina ternura y confrontación en una misma respiración. Se convierte en un homenaje al universo femenino y a la maternidad en medio de contextos atravesados por la violencia. Interpretada por la admirada y querida Viviana Bernal, esta obra unipersonal nos presenta a Lorenza, una mujer sencilla y laboriosa que barre las calles de la ciudad mientras rescata pequeños “tesoros” entre los desechos cotidianos. Su rutina se ve interrumpida por una visita inesperada, un encuentro que pondrá en juego su fortaleza y el amor inquebrantable que siente por su hijo.

Lorenza es resistencia, pero también es humor, poesía, lucidez e ironía. Su historia, escrita por la misma Viviana Bernal y dirigida por Juan Carlos Yela, dialoga con realidades que siguen marcando nuestro presente: la desigualdad, la pobreza, el abandono y la lucha de las mujeres por la dignidad y la igualdad. Es una obra que permanece vigente porque habla de lo que aún nos atraviesa.

Goodbye / Círcula Colectivo e Improvisual Project / Dirección: David Moncada

Escrita por  la talentosa Alejandra Chamorro quien además protagoniza junto a Emmanuel Restrepo, es una comedia negra romántica con tintes distópicos; un hombre que busca pagar por su propio suicidio asistido, en medio de trámites absurdos, conoce a Viviana, la funcionaria que, entre obstáculos y torpezas burocráticas, termina enamorándose de él y ofreciéndole la única salida posible.

Una historia original que aborda temas complejos con una sensibilidad humana y vulnerable, que logra conectar con emociones profundas, un equilibrio potente entre humor y dolor, el público ríe mientras, casi sin darse cuenta, se acerca al llanto.

Destaco la sencillez y pertinencia de la escenografía, que potencia el relato sin imponerse. Los diálogos, construidos con precisión y un ritmo muy bien logrado, sostienen la puesta de principio a fin, esta historia te envuelve sin darte cuenta.

Para mí, Goodbye es una obra con mucho corazón, no solo por su componente romántico, sino porque se siente el cuidado y la dedicación con la que fue creada.

Es una pieza que invita a la audiencia a “sentir lo que tenga que sentir” y, en ese gesto, inevitablemente toca muchas fibras.

Diciembre Salva al gato teatro / Dirección: Juan Bilis

Diciembre, escrita por el dramaturgo chileno, Guillermo Calderón, con una adaptación y dirección pertinente, impecable y muy colombiana,  que propone un montaje entretenido y sólido, sostenido por un elenco muy bien elegido. Su complicidad se refleja en escena y permite mostrar, con honestidad y humor, lo caóticas, divertidas y a veces lo peligrosas que pueden ser las dinámicas familiares.

La historia vuelve al espacio íntimo del hogar, ese retorno nunca lineal, pero tampoco del todo riesgoso, funciona más por impulso que por destino.

La obra no se limita a presentar conflictos; apuesta por un humor negro que nace de lo cotidiano y de lo auténtico, los tres personajes logran una comicidad efectiva desde la situación misma y desde la verdad de sus actuaciones. Además, construyen con habilidad un “afuera” que nunca vemos, pero cuya presencia sentimos constantemente y lo imaginamos.

Ese afuera invisible dialoga con la actualidad y deja preguntas abiertas que resuenan más allá del escenario. El montaje convierte a Diciembre en una obra que, como el mes que la inspira, habla de cambios, dolor y decisiones inevitables.

El lugar del otro La congregación teatro / Dirección: Johan Velandia

Un encuentro inevitable con la nostalgia bogotana.

Hay montajes que te desarman desde el primer instante con esa honestidad brutal que solo el teatro sabe ofrecer cuando confía en sus herramientas esenciales. El lugar del otro es una de esas apuestas: un trabajo que cuida cada detalle, que hace un uso hermoso de las convenciones teatrales y conmueve hasta las lágrimas.

Johan Velandia vuelve a sorprendernos con una dirección sensible, minuciosa y profundamente humana. Su manera de contar historias es única, sabe tejer los silencios con la misma delicadeza con la que construye las palabras, encuentra poesía en lo cotidiano y dirige con una intuición certera que nunca pierde el norte.

Los cuatro intérpretes construyen un universo de versatilidad asombrosa, Cristian Villamil, Juan Villalobos, Cesar Álvarez y Laura Ángel.

La música de Sui Géneris carga la nostalgia de una generación, es inevitable no conmoverse, no querer cantar. La Bogotá soñada del metro funciona como metáfora perfecta de ese encuentro imposible entre un padre y un hijo que no encuentran cómo vincularse.

Los cuatro actores cantan, conmueven, hacen reír y construyen colectivamente con el público un ritual que trasciende la cuarta pared. El lugar del otro es teatro del bueno, de ese que confía en la inteligencia del espectador, una obra honesta, cuidada, profundamente humana.

Gato por liebre / Teatro del Barrio / Dirección: Nelson Celis

Este monólogo escrito por Piedad Bonnett, me cautivo completamente; narra la vida de Esther Ramírez, una mujer campesina cuya existencia ha sido marcada por la violencia y las limitaciones impuestas por el machismo; para sobrevivir y conservar su trabajo, se ve obligada a suplantar la identidad de su esposo, lo que la lleva a transitar entre dos mundos, el que le imponen y el que desea, mientras revela, con humor, nostalgia y crudeza, sus sueños, sus heridas y la lucha por preservar su dignidad en medio de una realidad hostil.

Esther es interpretada de manera impecable, precisa, con una gran versatilidad y calidad interpretativa por la actriz Diana Ángel, quien te envuelve mágicamente en el relato sin darte cuenta; con la capacidad de sostener con fuerza cada matiz de la historia con la humanidad que trasmite.

La obra construye imágenes y escenas que permanecen en la memoria, momentos que se sienten cercanos, pertinentes y muy humanos. Es un viaje emocional que conecta desde lo íntimo, sin caer en excesos y siempre con una honestidad conmovedora.

Una pieza imprescindible para quienes disfrutan del teatro de texto, que toca, que cuestiona, es pertinente, cercana y entrañable; esta obra te deja latiendo el corazón y la razón después de salir de la sala.

Solo cuando tengas frío Compañía Siempreviva / Dirección: Candelaria Gabriel Torres Caballero

Una obra que transforma. Esta puesta en escena bilingüe e inclusiva de Siempreviva Teatro, la hace importante y necesaria, integra español y lengua de señas colombiana, ofrece una experiencia teatral única en la que el lenguaje, el cuerpo y el silencio se vuelven protagonistas.

A través de la historia de Irina y su hijo Agustín, un niño sordo que crece bajo una regla tan misteriosa como simbólica, “no saques las manos de los bolsillos cuando alguien te mire”, la obra explora con enorme sensibilidad temas como la identidad, la comunicación, el miedo, la protección maternal y la importancia del autodescubrimiento.

Es un montaje inteligente; que abre un puente de diálogo necesario entre personas sordas y oyentes, mostrando como las barreras pueden romperse cuando el teatro se convierte en un espacio realmente inclusivo que retrata la vida misma. Es una obra que todo el mundo debería ver, cuestiona y abraza, una de esas historias que te acompañan mucho después de que cae el telón.

La renuncia / Colectivo Gregario / Dirección: Juan Bilis y Yovanny Martínez

Hay algo en su manera de abordar la fragilidad humana que cautiva y en particular la vulnerabilidad del rol masculino, que me atravesó desde el primer momento. El Grupo Gregario logra una pieza que no solo dialoga con La metamorfosis de Kafka, sino que la reinterpreta desde el cuerpo, llevándola a un territorio profundamente poético y emocional.

La obra combina danza, teatro y cine para narrar la transformación de Gregorio Samsa. No lo hace desde la literalidad, sino desde una investigación física poderosa: el cuerpo como lugar de conflicto, como espacio donde se revela la angustia existencial, la presión por ser productivo, el miedo a fallar y la pregunta por la identidad. La danza se convierte en lenguaje, y el movimiento en la única forma posible de decir aquello que las palabras no alcanzan.

Escénicamente es una pieza envolvente, la atmósfera, construida a partir de sombras, sonidos y una sensibilidad visual muy cuidada, sus intérpretes Luisa Hoyos, Arnulfo Pardo y Santiago Londoño, impecables y con una verdad absoluta en cada movimiento, su cuerpo habla, generan imágenes que permanecen mucho después de la función; todo al servicio de la transformación, el espacio respira, la luz acompaña, el cuerpo se quiebra y se recompone. Es un montaje simbólico y conmovedor, capaz de capturar la intimidad de un personaje que se desmorona frente a un mundo que exige fortaleza permanente.

La renuncia deja una huella profunda, es una experiencia inmersiva, arriesgada, inteligente y emocionalmente precisa. Una pieza que no solo se observa, sino que se siente.

¿Quién prendió la plancha? y ¿por qué la dejo caliente sobre la cama? / La maldita vanidad y Escena & Sistémica / Dirección: Ella Becerra

Escrita y dirigida por  Ella Becerra, con una propuesta íntima y profundamente conmovedora. La obra nace de un proceso terapéutico real en el que la directora accedió a una memoria oculta durante años, transformando esa revelación en una dramaturgia que aunque personal, toca fibras colectivas.

La puesta en escena se adentra en la memoria emocional de una mujer que, ya adulta, decide regresar al origen de su fractura, recorre un laberinto íntimo donde identidad, inocencia y trauma se entrelazan, mientras se reencuentra con sus distintas versiones, enfrenta el miedo y recupera partes de sí misma, con un minotauro simbólico que representa aquello que cuesta nombrar: la violencia, el dolor y las sombras que marcan la vida adulta, dejando una pregunta esencial ¿cómo reconstruirse cuando lo que nos marcó parece irreparable?

El espacio escénico funciona como un laberinto vivo; plataformas móviles que se transforman, que se abren y se cierran, creando habitaciones físicas y emocionales. Cada nuevo espacio es una memoria que aparece como una herida que se mira por primera vez;  los juegos de la infancia, un vestido que brilla en el recuerdo, el instante preciso en que la inocencia se quebró.

La obra es poética y visceral a la vez. Tiene una fuerza simbólica enorme y un cuidado artístico que convierte el dolor en belleza escénica. Habla de resiliencia, de cómo sobrevivir a lo innombrable, de cómo volver a tocar aquello que un día nos incendió por dentro. Una pieza valiente, necesaria y luminosa para un tiempo que exige mirar hacia adentro.

El padre Teatro Nacional / Dirección: Klych López

Quise mantenerme objetiva en este ejercicio y centrarme en las obras que vi fuera de las producciones del Teatro Nacional, pero sería imposible no mencionar una pieza que me marcó profundamente y que también conmovió a más de 24.000 espectadores: El padre de Florian Zeller.

Y, siendo honesta, tampoco me resulta fácil dejar por fuera otras producciones que fueron fundamentales para mí este año, como Relatos obscenos, La obra que sale mal, Bakunin, Exit, entre otras. Todas ellas hicieron parte de un recorrido teatral que me transformó y que, de algún modo, también quiero reconocer.

El padre es una obra fundamental en la dramaturgia contemporánea, no solo por los múltiples premios y reconocimientos que ha recibido en el mundo, sino por la profundidad con la que aborda la memoria, la fragilidad y la dignidad humana. Llevarla a la escena en Colombia con el nivel de éxito que tuvo es, sin duda, motivo de orgullo, demuestra la fuerza, madurez y sensibilidad del teatro.

El montaje contó con un elenco de primer nivel, y es imposible no destacar la interpretación extraordinaria de Jairo Camargo, su construcción del personaje fue honesta, precisa y profundamente humana; encarnó al padre con una verdad absoluta y conmovedora; lo acompañaron las sólidas interpretaciones de Marcela Mar, Paula Castaño, Jacques Toukhmanian, Laura Junco y Erick Rodríguez, quienes, desde su sensibilidad y potencia actoral, construyeron una atmósfera profundamente real, donde cada emoción se sintió viva y cada conflicto resonaba con fuerza en el público; una puesta en escena entrañable, cuidada y memorable. Una obra que no solo conmovió, sino que dejó una huella imborrable en quienes tuvimos la fortuna de verla.


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