Aunque el ser humano empezó siendo nómada, hoy es casi impensable moverse. La quietud cambió nuestra esencia y ahora, aunque no somos árboles, tenemos raíces. Aún así, de tanto en tanto, las circunstancias nos empujan al viaje. La curiosidad, el aburrimiento, la violencia y el miedo son algunos de los móviles que nos hacen empacar una representación de nuestro hogar en la maleta y lanzarnos al vacío. Las raíces humanas no son vegetales. Están hechas de tradiciones, de recuerdos, de conceptos, de sentimientos… Nuestra vida no depende de ellas, pues no son un órgano sino una idea, algo intangible a lo que nos hemos aferrado, que nos encadena a un lugar y nos da una sensación de pertenencia. En el desarraigo descubrimos que, a pesar de ser imaginarias, nuestras raíces pesan una tonelada. Sin ellas, seríamos etéreos. Pero al hombre no le está dado volar y es necesario echar raíces de nuevo. Encontrar una tierra fértil es complejo, porque el suelo donde crecen nuestras raíces no es geológico. Es en el entramado de afectos sinceros donde éstas se acomodan y llenan de paz al ser humano que crece con ellas. Por fortuna, nosotros somos una huerta perpetua de sentimientos.
Proyecto de: La gata cirko
Dirección: Felipe Ortiz
Equipo: Luisa Montoya, Lorena Briceño, Fabián Lopez, Felipe Ortiz, Rene Sánchez, Alberto Córdoba
Textos de: Creación colectiva