Seguro por haber dado vida a infinidad de seres que en secreto son inanimados, pero que frente al público cobran una luminosa vitalidad, el mayor de los «libélulos» alzó vuelo hacia la inmortalidad de los héroes que vencieron todo, incluso el miedo. César Santiago Álvarez Escobar murió el pasado 7 de noviembre de 2024 en la capital colombiana.
Nació en 1951 en Bogotá. Desde joven disfrutó del teatro como espectador, siendo público asiduo de agrupaciones como La Candelaria, Teatro Libre, La Mama, Teatro Popular de Bogotá, El local y Acto Latino, con quien en aquellas épocas mantuvo una afinidad ideológia y creativa. César y su hermano Iván Darío se acercaron al colectivo Acto Latino en donde se empaparon de teorías y prácticas teatrales, pero se fueron dando cuenta que sus intereses se inclinaban hacia los universos de la fantasía, la lúdica y la imaginación que proveen los títeres. En 1976 entran a la recién fundada Escuela Nacional de Títeres del Teatro El Parque Nacional, un proyecto pedagógico del Instituto Colombiano de Cultura – Colcultura, y afirman su enamoramiento por sus amigos los títeres. Allí, César e Iván crearon sus primeras obras, bajo el nombre del grupo que hoy es de los más relevantes en el presente y la historia del teatro de títeres colombiana, la Libélula dorada.
Como lo expresa la agrupación en su sitio web, el nombre de Libélula Dorada es una metáfora: «Las libélulas nacen en el agua, símbolo de la vida y emergen aladas hacia el aire, símbolo de la libertad… En ese dúo de símbolos se inspira nuestra virtud y nuestra fuerza creativa como titiriteros.»
Con la Libélula Dorada, César e Iván crearon una importante lista de obras como El romance de la niña y el sapito, Ese chivo es puro cuento, Un pobre pelagato mal llamado Fortunato, La peor señora del mundo, Los espíritus lúdicos, El dulce encanto de la isla Acracia, La increíble historia de la nariz del Dr. Freud, Gaspar el señor de la nubes, La rebelión de los títeres y los héroes que vencieron todo menos el miedo, entre otras.
César Álvarez se dedicó a la animación de objetos, a la dirección en teatro de títeres, pero también se destacó en la producción administrativa, la gestión teatral y en la comercialización de sus propios proyectos. Fue socio fundador de la Asociación de Titiriteros de Colombia – ATICO, miembro del Consejo Nacional de Teatro, presidente de la Asociación de Salas Concertadas y jurado de diferentes convocatorias de becas de creación artística de varias alcaldías y del Ministerio de Cultura.
En su sede, la Libélula Dorada abrió sus brazos a colegas gracias al Festival Internacional de Títeres Manuelucho, a jóvenes emergentes en Nuevos Vientos Creadores, a la música con el Festival de Blues y Jazz, y al cuerpo en movimiento con el Festival de Danza contemporánea.
Hoy, tras la partida de César Álvarez, estas obras y proyectos, y los que vendrán, quedan en manos de su hermano y compañero de aventuras, Iván Darío, y del resto de la familia Álvarez, quienes sin duda mantendrán en alto la memoria y el nombre del «libélulo» mayor.
Genio creativo
Antena de su época
Gran ser humano
A continuar su legado!…..