Dramaturga (bien parada), directora (en estado embrionario) y actriz (muy floja).
Advertencia fundamental: Ante el pedido de William Guevara y ante el listado de más de trescientas obras presentadas en Bogotá en el 2015, el primer impulso fue el de declararme impedida. Definitivamente son muy pocas las obras que uno alcanza a ver, muy amañadas las decisiones que uno toma como espectador, muy poca la disciplina que uno le exige a la retina de ampliar el rango y muy cómoda la postura de ir a ver sólo a los amigos. De manera que con esta declaración de Mea Culpa inicio mi conteo.
1. Los incontados. Un tríptico: Mapa Teatro / Directores: Heidi y Rolf Abderhalden
Lo advierto: Yo no voy a ahorrar ningún adjetivo para referirme al trabajo de Mapa: es brillante. Los Incontados es una obra que se sale de la línea, es más, pareciera que se construye toda por fuera de las márgenes formales, que libera a la realidad de sus yugos representacionales y en ese movimiento nos pone ante la realidad real, la inasible, la incontada. En el trabajo de Mapa confluyen dramaturgias anárquicas, sublimes, en incesante expansión: un espacio que se deconstruye, que es invadido, tomado por un caos que se filtra por las grietas de la casa hasta apropiárselo todo, un espacio que estalla y cuyo estallido nos deja -como en la vida- en la incertidumbre de: “¿Eso fue un volador o un balazo?”, “¿Estamos en el suelo porque esta fiesta está putamente buena o es que sobrevivimos a una masacre?”, “¿Estábamos de carnaval o estábamos haciendo la revolución?”. Por otro lado está el archivo, el archivo como materia que se sobrepone a la mirada automática, que pulula entre los espacios públicos y los privados, y en ese reptar activa unos territorios de la memoria individual que están en estado de abandono, de entumecimiento crónico. En fin, lo advertí, el tríptico de Mapa me vuela la tapa del cerebro, me pone en esa situación de querer abarcar con la palabra una experiencia que quiero contar pero que me resulta imposible, por eso, porque es una experiencia viva, poderosa y en incesante estado de transformación.
2. La sombra del Amazonas: Compañía Horizontal – Vertical / Directora: Mónica Mojica
Una increible apuesta de Mónica Mojica alrededor de un tema que aún no acabo de digerir, un tema que está velado por una estigmatización incompresible: el secuestro de Íngrid Betancourt. La pieza de Mojica logra articular la mirada dolorsa, personal, testimonial de Íngrid Betancourt y el trabajo documental en torno al conflicto. Para hacerlo se vale de este maravilloso tratamiento del espacio, ese lúcido y potente trabajo con el cuerpo que lleva la violencia a estadios poéticos poderosos, esa sólida configuración de atmósferas soportada por un trabajo sonoro, olfativo, visual contundente. Una pieza necesaria en esta coyuntura histórica, que se ocupa de la memoria sin caer en tendenciosas lecturas sino que procura trascenderlas y humanizarlas.
3. La chica que quería ser Dios: Matacandelas / Directores: Cristóbal Peláez, Jaiver Jurado y Diego Sánchez
Moría de temor de ver esta obra, había sido tan importante en mi vida que temía que algún híto se derrumbara, que algún pilar se fisurara de manera irreparable. Obviamente nada de esto pasó, es decir: es Cristobal Peláez. Hay una vaina en esta obra y en el trabajo del teatro Matacandelas y es un compromiso profundo con una necesidad expresiva, esa necesidad a la que le vale huevo la banalidad de cada quien, que no hace concesiones con nadie, que es firme como el que más… no se, es como que el credo del teatro está vivo en sus piezas. Esa peregunta recurrente: ¿por qué es que nos dedicamos a esta vaina? Uno sale de las obras del Matacandelas teniéndolo claro, evidentemente a uno se le olvida en el camino pero en un momento dado uno se acuerda de cómo vino a dar con sus huesos a este oficio. Rigor, congruencia, imaginación superlativa, intensa vida interior, eso es para mi esta obra que me ví hace más de una década, que este año repetí y que seguiré repitiendo cuando tenga la posibilidad, y así, volviendo a Silvya Plath de la misma manera.
4. Ositos de goma: Teatro R101 / Directores Ramsés Ramos y Hernando Parra
Si cualquiera me sale con “Vamos a ver una obra sobre la educación pública” yo lo mandaría a freir espárragos casi de inmediato. Si luego me dicen que Felipe Botero y Ramsés Ramos están involucrados en el asunto, ya la cosa cambia. Muy pocos minutos habían pasado de la obra cuando tuve la certeza de que me la iba a repetir, no se, eso es lo increíble, que no tenía un argumento muy sólido, simplemente tenía claro que ahí estaría sentada de nuevo. Esa forma de delinear en sus personajes lo más ridículo, lo más gris, lo más decadente, con ese exquisito sentido del humor, interpelando a la tediosa realidad ¡y más aún la realidad de ese universo ficcional canalla, sin horizontes que Botero materializa! Eso es, sin duda, un reto de proporciones Boterescas. Ahora entiendo que todo se sintetiza en: dramaturgia muy fina, dirección de actores tremenda y Cristian Ballesteros.
5. La secreta obscenidad: Teatro del embuste / Director: Matías Maldonado
A mi me encanta ese teatro que no hace tantas concesiones, que le exige al público, que no esta tan dispuesto a complacerlo fácilmente. Por eso me encanta el criterio con que el Teatro del Embuste elige sus obras, no se cuál podrá ser el dichoso criterio pero pareciera que no tiene tantos afanes por gustarle a todo el mundo, por caer bien. Aparte uno ve un gozo contagioso en esta obra, una retocida complicidad que lo envuelve a uno como espectador, una ficción inteligentísima sobre ese par de pilares de la posmodernidad (Marx y Freud) que para bien o para mal nos tienen donde estamos, nos cambiaron la visión, la relación con la realidad y con el Yo y con el Nosotros, y por esto la obra resulta ser una suerte de venganza poética. Además, como celebro esas apuestas y esas alianzas con el Teatro Odeón, ese espacio medio bizarro que se abre para hacer apuestas distintas, para formar públicos menos “tibiecitos”.
6. Vestigios del viento: Teatro Varasanta / Director: Fernando Montes
No debo sonar muy objetiva al calificar esta obra puesto que hice parte del grupo Varasanta por varios años y sin duda vi este espectáculo muy parada en la emoción, relegando a un segundo plano el aparato crítico (Aunque debo confesar que cada vez más prefiero ver teatro desde este punto de vista, pero no es cosa fácil). «Vestigios del viento» tiene sin duda ese carácter personal y descarnado de la epístola, incluso, del testamento, esas palabras justas antes de decir adiós, sin máscaras, sin pretensiones. Una unión de potencias, una síntesis del trabajo de este grupo tan importante para la escena local y nacional, un grupo que creó una poética referencial, una poética que es resultado de eso, de una sinergia, de una unión creativa estratégica y de una importancia que todavía no nos es posible comprender, aunque justamente “Vestigios del viento” hizo la tarea de ayudarnos a escalar en esa comprensión.
7. Entretelones: Teatro Nacional / Director: Pedro Salazar
Yo detesto esas discusiones sobre qué es teatro comercial y qué no lo es, para mí es tan sencillo como que hay buen teatro y hay mal teatro y “Entretelones” siempre me ha parecido una gran obra. El montaje de Pedro Salazar me resultó como un reloj suizo, una maquinaria escénica precisa, sofisticada, compuesta por piezas de alto nivel. Disfruté intensamente el trabajo de los actores, lo disfruté de verdad y se que detrás de este tejido visible se ocultaba otro que lo soportaba, esto es, el trabajo de dirección. Si acaso esta fuera una apuesta con intereses comerciales por parte del Teatro Nacional, pienso que es una apuesta contundente y que esta debería ser la vara con la que tendría que medirse todo el teatro de este tipo, que me parece que es necesario lograr separar esos dos adjetivos inmediatamente: Comerical y malo.
8: Los chicos lindos también lloran: La resistencia / Directores: Rafael Arévalo y Andrés Lagos
Una apuesta interdisciplinaria rigurosa, una locuaz y cínica dramaturgia, pulcra a nivel visual, una deliciosa mirada sobre la masculinidad, la masculinidad como divergencia, detonadora de autoficciones y juegos delirantes, obscenos. Una delicia ir a al teatro a sorprenderse y descubrir esas voces “nuevas” de las que uno queda de alguna manera prendado, esperando a ver con qué van a salir después.
9. El ciclo Mirada Paralela: Maldita Vanidad / Varios directores
Pienso que la provocación de Jorge Hugo Marín de invitar a directores de todas las índoles y naturalezas a dialogar con la obra de Anton Chejov dio mucho más que buenos frutos. Si bien debo reconocer que no puede ver todas las piezas que componen el ciclo pienso que la importancia de la iniciativa radica en algo que está más allá de los resultados singulares. La relectura de Chejov, la contemporaneidad de sus poéticas, la resignificación de las naturalezas humanas enunciadas por él nos pone en un nivel de pensamiento, de creación, de articulación muy interesante, y ver nacer de allí -de esa provocación- tantas piezas pues me pareció un absoluto gol.
10. Del desierto: Cicuta Teatro (Pereira) / Director: César David Salazar
Desde que conocí a Cesar David Salazar lo supe, este man se las trae, tremendo músculo para escribir y tremendamente osadas sus temáticas y son osadas justamente por poco pretenciosas, casi marginales. De las dos obras que trajeron este año lamentablemente sólo pude ver una de ellas “Del desierto”, el monologo de un boxeador llevado del carajo, un individuo de esos que va por la vida sin preguntarse gran cosa pero que es atravesado de un costado a otro por todas esas circunstancias bizarras, anodinas, violentas, ridículas que pasan en este país. No me voy a quedar sin mencionar al actor tan interesante que interpretó al malhadado deportista, un deleite. Por lo demás una petición: Sigan trayendo a Cicuta Teatro que esa gente está haciendo vainas muy interesantes y que ese diálogo con las regiones es cada vez más necesario para el teatro. He dicho.
Apéndice: Lo que está haciendo Experimenta Sur es de una importancia “tsunámica”, es lo más importante que pasó en Bogotá este año, a la vuelta de un tiempo ¡Ya verán! Me concederán la razón.
Riñón: (y preparada para la lluvia de tomates y objetos contundentes) ¡¡¡Larga vida -aunque él prefiera que así no sea- a Rodrigo García!!! Me declaro públicamente Rodriguista y espero que lo vuelvan a traer a Bogotá.