Psicóloga y antropóloga de la Universidad de los Andes, que en las salas de teatro encontró su pasión por las artes escénicas. Creadora de la cuenta @trasescena_bog en la que divulga contenido en redes sociales sobre la oferta cultural de teatro en Bogotá. Aficionada al teatro y a las experiencias que este ofrece a su público.
¿Por qué vamos al teatro?¿Qué hay en la escena que nos atrapa para volver a lo desconocido? Estas son preguntas que rondaron en mi cabeza este año como una persona que no estudió artes escénicas y que, de un momento a otro, empezó a ocupar sus noches de jueves en un teatro. Sin conocer mucho de este mundo, durante el 2024 me descubrí disfrutando del rol que me ofrecieron las salas de teatro: el rol de ser público. Una experiencia de complicidad y creación, donde los límites entre la realidad y la ficción se difuminan, permitiéndote vivir en el marco de lo impredecible. Fue así como fui aficionándome a ese estado de sorpresa; topándome en el teatro con un refugio de las complejidades y una evidencia de las diferentes perspectivas que tienen nuestras historias.
Cada noche, cada obra, me acercó a fragmentos de vidas ajenas y a puntos de vista desconocidos, con los que, de alguna forma u otra, pude conectar. Sin importar la trama o mi desconocimiento de la técnica, quienes estaban en escena transmitían perspectivas maleables, con las que yo, en silencio aparente y desde mi silla, dialogaba. A partir de ello, entendí por qué me emocionaba tanto volver al teatro: me regalaba un momento para conectar. Conectar conmigo misma, con aquel personaje cuya vida es espejo, o con algún actor que, al igual que yo, conecta con el presente que ocurre en escena. Todo ello hace del acto de ir al teatro una decisión de permitirse sentir la cómoda incomodidad que hay en lo vulnerable, en lo cotidiano. Y eso, para mí, es profundamente inspirador y emocionante.
Así, de a pocos, me descubrí como una aficionada al teatro y empecé a notar cierta fascinación en compartir con la gente las conversaciones que había tenido con las historias en escena. Hoy me da mucha alegría dejar algunas de ellas por escrito y volver a los personajes, formatos y realidades que pertenecieron a mi vida durante un tiempo finito, dejando mensajes y reflexiones que ahora son también parte de mi personaje. A continuación, me dispongo a dejar las ocho obras que más impactaron mi año, con una profunda gratitud a quienes participaron de ellas y me permitieron conectar. Cierro este 2024 con ansias de seguir compartiendo una vida llena de teatro.
Goodbye / Círcula Colectivo e Improvisual Project / Dirección: David Moncada
— ¿Hasta donde has luchado por amor?
— Hasta que falte
— Lo mismo pasa con la vida.
Alejandra Chamorro y Emmanuel Restrepo, dirigidos por David Moncada, crearon un universo íntimo en esta obra, donde exploran las emociones y vivencias más complejas relacionadas con la salud mental y el suicidio. En ello, nos presentan una historia donde la vida, la muerte y el amor dialogan desde el encuentro de dos personajes: Ernesto, un hombre de 30 años que desea morir, y Viviana, una mujer llena de vida que trabaja en Goodbye, la primera clínica de suicidio asistido.
La relación entre ellos es profundamente conmovedora, pues con el paso de la historia, Ernesto y Viviana cultivan un cariño mutuo, donde el valor que cada uno otorga a la vida y a la muerte los mantiene unidos y, a la vez, separados. Como luz y oscuridad, estos dos personajes luchan por encontrarse en un punto medio en el que puedan quererse o sentirse de la misma manera. En ello, me dejaron ver el valor de la oscuridad, la muerte y la tristeza, y su posibilidad de coexistir con la belleza de la luz, la vida y el goce de una carcajada. Pero también, la frustración que hay en el desencuentro de dos formas de sentir la vida y el doloroso valor que hay en amar desde la aceptación y el mismo acto de soltar. Dejando en mi mente retumbando, con gratitud, la pregunta: “¿Qué mejor momento que morirse que cuando se está vivo?”
Lloré, reí con nostalgia y suspiré con alegría durante esta obra. Me sentí revuelta al evidenciar lo aferrados que podemos estar a la vida y lo resistentes que somos a integrar la muerte como parte de ella. Hoy sigo dialogando con esta obra, pues me transmitió mensajes con los que aún me mantengo conectada. Creo que ello se debe a la misma conexión que percibí de Alejandra y Emmanuel con sus personajes, pero también con su propia humanidad. El cariño y las emociones que despliegan a través de Ernesto y Viviana, para mí, entran en la dimensión de lo real; lo que permite que esta no sea una obra que simplemente se ve, sino que se siente en todo momento. De ahí, el recuerdo de ella como un abrazo y un permiso a ser vulnerable, pues, en mi experiencia, actores, público y personajes nos encontramos siendo espejos de nuestra misma humanidad frágil. Es, para mí, un ejemplo de una obra que plasma el amor y cuidado con el que ha sido construida y que espero vuelva a los escenarios para seguir sintiéndola desde nuevos ojos.
Relatos obscenos / Teatro Nacional y Juan David Vergara / Dirección: Johan Velandia
Ver esta obra fue una verdadera experiencia íntima para mí como mujer, pues sentada en las gradas de La Casa del Teatro Nacional, sentí que la historia que salía en escena me hablaba directamente a mí y, al mismo tiempo, daba voz a lo mío. Relatos Obscenos es una iniciativa de tres mujeres de este elenco, que se disponen a recoger y representar las historias más íntimas y conmovedoras que atraviesan a diferentes generaciones de mujeres, donde el centro de todo son los senos. En ello, ponen al descubierto el peso que tiene esta parte del cuerpo en lo femenino, haciendo alusión a las vivencias más intensas de una mujer y también a la relación que la sociedad construye y moldea con las corporalidades femeninas. Evidenciándonos que existen micro universos de historias que nos unen porque nos han tocado a todas, incluso aunque escojamos dejarlas en segundo plano. El chiflido, los piropos, los chistes no “malintencionados”, las expectativas de ser o verse, los discursos impuestos sobre la maternidad o la feminidad, son todos elementos que en esta obra se convierten en herramientas de creación. Desde ellos nos conectan, nos envían mensajes y nos invitan a reconocernos como parte de esta historia.
Siendo una de las últimas obras que he podido disfrutar este 2024, Relatos Obscenos tronó mi experiencia del teatro, pues fue el elenco quien se tomó el trabajo de conectar primero con el público. Recogiendo relatos de mujeres regadas por el mundo y el tiempo, esta obra juega con verdades y narrativas fuertes sobre el valor de lo femenino y las vuelve digeribles para el público desde el humor, los personajes, la música y las coreografías. Verdaderamente, la dirección me dejó sin palabras, pues logra articular todas estas realidades disparejas, mostrando que, al final, independientemente de su contenido o forma, todas son relatos de lo nuestro; todas son relatos de los senos. Me abrió los ojos a mi propia lucha como mujer que no desea dejarse definir por el cuerpo y también me regaló un lugar de encuentro y reunión con diferentes feminidades, que ciertamente me recargaron de energía vital. Salí conmovida e impresionada, pues durante esta hora y media me sentí desnudada y empoderada por la vulnerabilidad que se construía en escena; escuchando y recibiendo todo lo que esta obra me decía sobre mí misma. Agradezco profundamente este trabajo, pues me pusieron de frente historias sobre mi cuerpo que yo tenía en el olvido y, a partir de ello, me dejaron pensando: ¿Cómo integramos la figura de los senos en nuestra vida? ¿Qué tanto tendemos a ignorar su protagonismo?
Soundpainting / Improvisual Project / Dirección: David Moncada
Me cuesta encontrar las palabras para describir lo que es y fue el Soundpainting. Podría explicarlo, tal vez, como la construcción de lo inimaginable; como una experiencia “efervescente”, donde la articulación entre diferentes artes escénicas se desenvuelve y crea escenarios de mucha vida en escena.
El soundpainting nace en 1974, en Nueva York, con Walter Thompson y compone un lenguaje de señas con las que un director, en completo silencio, guía y articula diferentes composiciones artísticas en vivo. En esta ocasión, como si se tratara de un pintor o un director de orquesta, David Moncada dibujó sobre el escenario una serie de cuadros a partir de las capacidades artísticas de un grupo de improvisadores, músicos y circenses que supieron dejar todos sus colores en escena. En ello, crearon música, pintaron canciones, dieron vida a las letras de Laura Pérez y Pilar Cabrera, y se encontraron en escena descubriendo historias y personajes pasajeros, que eran igual de finitos para ellos y para nosotros.
Ha sido de las cosas más impresionantes y lindas que yo he podido experimentar en un teatro, donde los canales de comunicación y conexión que se generan en escena derivan en las composiciones teatrales más inesperadas y complejas. En esta puesta en escena, el sentido de todo lo que ocurre está en el acto de crear; haciendo que el resultado final sea el mismo proceso que todos vivimos en tiempo presente. Como público, me encontré compartiendo con el director y los artistas un mismo estado de desconocimiento sobre lo que podía surgir esa noche, así como una misma disposición a descubrir historias, figuras y composiciones que aún no eran imaginables. En esa complicidad y horizontalidad, me vi completamente inspirada y conectada con la sincronización artística que se desenvolvió en escena. Despertó toda mi admiración por los artistas que participaron de este espectáculo y hoy aprovecho este espacio para agradecerles por su talento, que me permitió confirmar una vez más que la capacidad de crear desde el arte no tiene límites establecidos
Que te sigo queriendo / Nómada Creativo / Dirección: Marino Ariza y Juan Pelz Herrera
Hay muchas cosas que omití de ese momento. El recuerdo no fue así. Pero funciona para mí.
Hay muchas cosas que omití de ese momento. El recuerdo no fue así. Pero funciona para mí.
Sin tusas pendientes o relaciones embolatadas, Que te sigo queriendo fue una obra que me permitió sentir la fuerza con la que nos aferramos a una idea del amor. Con diferentes saltos en el tiempo, esta puesta en escena nos presenta una forma de vivir y recordar el amor desde sus diferentes instantes. En ello, más que presentarnos una historia, nos aproximan y encariñan con la relación que tienen Mar y David. Dos jóvenes cuyo amor conocemos de cerca en diferentes facetas y que, a lo largo de la obra, se enfrenta a las contradicciones que parecen amenazarlo constantemente. Como si se tratara de recuerdos ajustados, estos personajes van entretejiendo en escena sus dos puntos de vista, desde los que viven y cuentan la intensidad de su relación. Así, hacen de esta obra un mosaico de sentires, donde no hay bandos ni culpables, sino dos individuos que buscan encontrarse en su propia historia de amor. En el proceso, los actores se encargan de mantener al público involucrado en la historia; rompiendo esa pared de invisibilidad desde la que nos pensamos inmunes e invitándonos a reír y sentir todos sus enredos románticos como propios.
Desde el mismo escenario, que nos adentra en la intimidad de un cuarto, esta puesta en escena da al público la posibilidad de vivir, desde una distancia cercana, lo que el amor a veces invisibiliza para quienes están en su centro. En mi experiencia, esa posición con la que me pensaba segura de los enredos del amor terminó por diluirse, contagiándome de la ceguera. Pues, al ser testigo de todas las emociones que estos dos personajes vivieron en escena, terminé por encariñarme rápidamente con la idea de su amor. Sin conocer bien su historia, me vi resistiéndome a la posibilidad de que en algún momento pudiera terminar. Lo que, paradójicamente, era lo mismo que les ocurría a los protagonistas de esta historia.
Esta experiencia paralela fue lo que más me gustó de esta obra y me llevó a repetirla en una segunda función. Pues me pareció fascinante como, sin darme cuenta, terminé viviendo con los personajes lo rápido y fuerte que solemos aferrarnos a una idea del amor. Me marcó como una de las obras donde más he disfrutado y descubierto el alcance de ser público, confirmando el poder que tiene el teatro para conectarnos con historias ajenas y permitirnos vivirlas desde nuestra propia humanidad. A su elenco, y equipo de dirección, les agradezco la posibilidad de permitirme vivir, durante una hora y media, toda la intensidad de una relación.
Negro / La Congregación Teatro / Dirección: Johan Velandia
Ese soy yo
No sé en qué momento terminé repitiéndome tres veces esta obra. Aunque ya conocía el final de la historia, la sensación de lo impredecible nunca cesó, pues cada función de Negro me despertó una reflexión distinta y me permitió conectar desde un lugar nuevo. La obra trajo a mi vida a Futuro y Silencio, dos medio hermanos que, sin quererlo ni esperarlo, terminan compartiendo una vida permeada por diferentes luchas personales. En su relación, me vi confrontada con todas las complejidades que debe vivir un niño en una sociedad permeada por unas ideas muy fijas de lo masculino, donde el racismo, la homofobia y el abuso infantil terminan por repercutir injustamente en la infancia. Temas que, a pesar de ser conocidos, no siempre son comprendidos desde su magnitud e impacto. Y creo que en ello, el trabajo que hace este elenco es muy valioso, pues nos da la oportunidad de aproximarnos a la crudeza de estas realidades desde la tierna y cómica inocencia que hay en la mirada de un niño. Así, esta obra juega con el público a moverse entre la seriedad de la verdad que, como adultos, conocemos, y el gozo que hay en la fantasía que, como niños, perciben y nos comparten.
Me parece una obra muy completa, que en su contenido y forma alcanza un muy buen balance con el que enganchan a su público. Sus personajes y la perspectiva desde la que cuentan la historia despiertan mucha dulzura, y hacen que, entre risas y sollozos, sea posible conectar con nuestro lado más infantil e inocente. También, el uso de la espacialidad, los diálogos y el orden de la misma narrativa involucran al público y mantienen activa su capacidad de creación e imaginación; lo que refuerza esa experiencia de la infancia que la obra nos regala. En paralelo a todo esto, van introduciendo contenidos muy serios y dolorosos, que también se sienten desde la propia inocencia y desde la responsabilidad social que, como adultos, nos asignamos. Creo que, siendo un elenco de solo hombres, esta obra está repleta de mensajes y detalles dados a conciencia, lo que, para mí, se ve reflejado en la transparencia con la que cada uno habla desde su personaje. Fue una obra que me gocé y una experiencia que me gustaría que mucha gente que me rodea pudiera tener. Pues reí a carcajadas, viví el miedo de sentirme chiquita y lloré con mucho amor y gratitud frente a la posibilidad que me dio esta obra de volver a mi niña interior y llegar a abrazarla.
El centro del mundo / La gata Cirko / Dirección: Felipe Ortiz
Con esta obra me aproximé por primera vez al mundo del circo; o mejor dicho, al lenguaje de las artes circenses. Con un discurso fuerte sobre la salud mental, El centro del mundo me abrió los ojos a las posibilidades que tiene el cuerpo de comunicar lo que las palabras no siempre alcanzan. Abordando en escena narrativas sobre la bipolaridad, esta obra, para mí, fue un acto de validación que me permitió aproximarme a los estados adversos de la mente humana. Ello, desde el armonioso lenguaje del movimiento, con el que los artistas en escena transmiten, desde —y en— el cuerpo, experiencias abstractas con las que el público, desde sus sentires, puede conectar.
Como psicóloga, he estudiado cómo las emociones se expresan en el cuerpo, pero jamás había dimensionado la capacidad que tiene el cuerpo de representar tantos estados adversos de la mente humana. En escena, estos artistas me regalaron la posibilidad de ver representada la inestabilidad emocional y sus estados ambivalentes como dos acróbatas que se balancean entre diferentes extremos emocionales. También, esos estados ajenos al entendimiento, donde nos sentimos encerrados, atados, flotando, colgando, girando o manteniendo el equilibrio en la cordura. Todo ello fue muy revelador para mí, pero también sumamente sanador, pues me encontré comprendida en muchas de esas imágenes, con las que pude darle sentido a las luchas internas a las que todos nos hemos visto expuestos.
Para mí, más que hacer un llamado a hablar de salud mental, esta obra me llevó a cuestionarme cómo hoy nos disponemos a hablar de ella. Sin las limitaciones que a veces imponen las palabras, Felipe Ortiz como director construyó en escena un lenguaje de simbolismos e imágenes que en sí mismos representaron la experiencia abstracta de las emociones. Desde ese canal de comunicación, la representación física posibilitó un diálogo constante y libre conmigo y con el público, en el que la imaginación y la identificación me permitieron valorar esta obra y su mensaje desde el entendimiento.
El cadáver de pensarte / Pablo Velásquez Urzola y Púrpura Creactivo / Dirección: William Guevara Quiroz
Una de las cosas que siempre me ha fascinado del teatro es el poder y la capacidad que tiene de traer al presente las perspectivas que a veces dejamos en el olvido. En ello, considero que las obras que más me han impactado son aquellas que me abren los ojos a personajes o versiones de historias conocidas que nunca había considerado. El cadáver de pensarte tuvo ese particular efecto en mí este año, pues me presentó a una mujer que pertenece a mi historia, aunque su voz estuviera invisibilizada. Desde un monólogo que juega con el tiempo, esta obra me aproximó a la vida de Manuela Sáenz; la mujer que, en los libros de independencia, ha sido presentada como la compañera de Bolívar. Al dar voz a su perspectiva, esta obra nos lleva a conocer una forma muy distinta de percibir la historia, donde ir y venir en el tiempo nos permite aproximarnos a todas las vivencias que atraviesan las narrativas que se han inmortalizado en el tiempo. En ello, humanizan a las caras que han quedado plasmadas en los libros de historia y nos permiten conocer una versión más humana y compleja del libertador y de la lucha por la independencia.
Siendo una historia con personajes verdaderos, durante la obra entendí esa comodidad que nos brinda el teatro de aproximarnos a realidades certeras desde la duda de la ficción. Para mí, fue sumamente impactante evidenciar la conexión que la actriz, Camila Valenzuela, pudo entablar con este personaje. Pues me representó la posibilidad de conectar con individualidades lejanas desde la voluntad y la compasión que se puede sentir por su historia. Su voz y su forma de apropiarse de la perspectiva de Manuela me permitió acercarme desde el público a este personaje, reduciendo las distancias en el tiempo que antes nos mantenían como dos mujeres de dos mundos diferentes. Desde esta relación y diálogo cercano, sentí una lucha de reivindicación femenina que me llevó a integrar esta obra en mi presente, dándole un sentido y un valor poderoso a esta historia del pasado que hoy sigue retumbando. El cadáver de pensarte, como puesta en escena, me abrió los ojos no solo a nuevas perspectivas e historias de mujeres, sino a nuevas barreras y limitaciones que puede romper el teatro.
Mantener el juicio / Teatro Petra y Jurisdicción Especial para la Paz – JEP / Dirección: Fabio Rubiano
Una de las razones por las que empecé a ir al teatro es porque me parecía fascinante la capacidad que tenían las salas de humanizar diferentes perspectivas silenciadas del conflicto armado. Mantener el juicio fue, para mí, una propuesta innovadora y sumamente delicada, pues, a diferencia de muchas obras que nos acercan a las historias de guerra, esta se enfoca en plasmar las complejidades que caracterizan todo lo que implica finalizarla. Sin dejar a un lado las dolorosas historias que atravesaron la vida de muchos colombianos, Fabio Rubiano, en colaboración con la JEP, se dispuso a plantear en escena los complejos procesos humanos que están teniendo lugar en nuestro país en este momento. Así, desde los personajes, las historias seleccionadas y los diálogos, nos aproximan desde un lugar sensible a toda la humanidad que hay en los encuentros que han caracterizado la Justicia Transicional Restaurativa. Poniendo de frente lo que implica el encuentro con la verdad, con la responsabilidad, con el dolor causado y con los cuerpos e historias que ya no deben seguir enterradas.
Es la obra en la que más he sentido a sus personajes desde la distancia que representa estar sentada en el público. Pues más que verme reflejada en ellos, evidencié el respeto y cuidado con el que nos es posible acercarnos y conectar desde el reconocimiento a esa historia del otro. Fue, para mí, una obra tremendamente conmovedora e impactante, pues verdaderamente me permitió acercarme desde un lugar humano y sensible a la complejidad del proceso transicional en el que todos nos vemos involucrados. Insisto en que, como una propuesta innovadora, fue para mí una valiosa aproximación al presente y al porvenir de la guerra o el “final” de la misma. Pues creo que cumple con una función y una responsabilidad del teatro de acercarnos a realidades donde hay mucho desencuentro; poniendo rostros, nombres y una línea narrativa que nos invita a dialogar sobre ellas. Me dejó muchas reflexiones y muchos cuestionamientos, pero entre todos ellos, hoy reconozco la valentía y la importancia de seguir construyendo narrativas que, siendo incómodas, nos permitan encontrarnos en el diálogo.
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