Por Carlos Moisés Ballesteros P.
Dramaturgo, director teatral y columnista
Artículo escrito en el marco de la Beca de periodismo y crítica de las artes 2022 – 2023 que hace parte del proyecto ganador Hacía una mirada panorámica de la evolución de la dramaturgia bogotana y sus principales protagonistas, a través de la historia del Festival de teatro y circo de la ciudad de Bogotá.
«¡No te metas en mis cosas! ¡Soy capaz de arrancarte la lengua con mis dientes! ¡Capaz de machacarte los dedos con una piedra! ¡Yo soy una princesa! ¡Ustedes unos levantados!»
Dormida/Mujer/Muerta
Para nuestra penúltima entrega, tenemos a Víctor Viviescas, un dramaturgo que hace parte de la tradición dramatúrgica que cobró fuerza en los años noventa con la aparición de los grupos de estudio y los laboratorios creativos. Viviescas también fue una ficha muy importante en la ejecución de estos procesos que engendrarían tantos espacios de formación de gran importancia, como el espacio de la Maestría en Escrituras creativas de la Universidad Nacional de Colombia de la que ya hemos podido ver grandes egresados en ejercicio. No es gratuito que Víctor Viviescas sea uno de los dramaturgos colombianos favoritos de José Sanchis Sinisterra, infidencia que conozco por un regalo del uno al otro y del que doy fe, pero no pongo las pruebas. Víctor Viviescas es de lo más completo que tenemos en nuestro país. Su dramaturgia es irreverente, no obedece a modas. Es provocativa, un deleite en su lectura y de riesgos claros, pero significativos, que siempre le permiten avanzar y poner nuestro teatro en otro lugar, en otro estadio de pensamiento. Allí, no solo hay una permanente reflexión sobre el canon sino una serie de procedimientos que los desobedecen con inteligencia y transforman nuestro lugar de enunciación. ¡Nos actualizan y nos permiten reconocer las preguntas de la creación y sus formas, más allá de la frontera nacional!
La magia no para allí, Víctor produce un teatro consciente de todas sus etapas. Es decir, es rico en su construcción textual, pero también lo es como espectáculo, hay un equilibrio entre el texto y la puesta, una tensión de incompletitud necesaria, pero aún así, a la vez su dramaturgia es una “promesa” que se cumple en su sola lectura. La riqueza textual de sus diálogos suele sobrepasarnos, hay una poética fértil que nos pone al nivel de los mejores autores europeos pero, a su vez, estamos frente a un autor que logra aterrizar en sus paisajes una serie de aspectos que tocan, coquetean, alimentan el panorama de nuestra realidad social.
“La Madre: Lo único que quiero es ayudarte. Te lo suplico. No sabes lo que es saber en el desvelo que yo lo parí. En la pesadilla devuelvo el tiempo hasta antes de concebirlo y me coso yo misma la vagina con aguja e hilo.”
Dormida/Mujer/Muerta
Además, como si no fuera bastante con el contrapié que proponen sus textos, tan desafiantes en técnica y contenido, Víctor promueve un teatro que está por encima de los avances dramatúrgicos que reconocemos como proceso del teatro nacional y trae para nosotros un ejercicio dramatúrgico trabajado ampliamente en el exterior, al que han denominado paisaje dramático, que dota de expansión al drama, proponiendo fragmentos dentro del texto en los que la idea del nudo y de la progresión son puestos a un lado e incluso, el concepto de dialogo parece modificarse para dar paso a sendos experimentos de tipo literario que parecieran no dar cuenta siempre de una historia si no de una serie de sensaciones. Y mientras lo explora, podemos reconocer que su textualidad avanza sin perder el norte del canon al que apela en otros momentos de la obra; en conclusión, el soliloquio muta, pero constituye una forma concreta de acercamiento a la realidad mientras sigue apelando a lo dramático y a la acción dramática propiamente (Decir es hacer con la palabra) desde lo dialógico.
Sumado a lo anterior, Víctor explora el ritmo del habla poniendo la “coloquialidad” al servicio de lo artístico y de lo espectacular. Es decir, de la experiencia particular del espectáculo. Cuando se lee un texto de Viviescas hay una revelación importante con respecto al teatro porque siempre vuelve a retomar la tensión entre lo literario y la palabra hablada. Una tensión de la que se sirve para apostar por un teatro que, al leerse, es extremadamente bello, pero que, al decirse, conserva las propiedades del habla.
Otro aspecto interesante de su ejercicio son las nociones intertextuales para mantener un drama cerrado en su fábula, pero con maneras muy sagaces de vincular episodios de otra naturaleza, como la tragedia de Armero, la caída de las Torres Gemelas, la migración africana, la situación de animales en vía de extinción, entre otras. Dicho cruce no se queda allí no más. También, con enorme maestría, Víctor logra la construcción de su obra al margen de la apropiación de personajes que nos recuerdan las piezas chejovianas y con las que dialoga desde una orilla muy local que le permite actualizar los mitos clásicos. Estos personajes, que además son conscientes de su condición diferencial respecto a otros referentes locales, se valen de su naturaleza para interactuar con lo local, provocando preguntas desde el habla, la conducta humana, la forma en que se relacionan aquí y allá, entre otras.
El lugar de Víctor Viviescas es imprescindible en este pequeño paisaje que reflexiona sobre la evolución de la dramaturgia bogotana a propósito del Festival de Teatro y Circo de la ciudad de Bogotá. Su permanente estado de estudio, su anticipada forma de negociar lo contemporáneo con lo tradicional, la vastedad de los procedimientos con los que interpela un teatro que va lento en muchas de sus preguntas y en el que Viviescas, construye rutas de investigación-creación con las que proporciona a nuestro amplio panorama, ricas reflexiones sobre el quehacer dramatúrgico.
“(…)seré cubierta por un mar de piedra caliza licuada
y hollín y lodo y cenizas.
Y seré la negra de Abisinia.
Seré la mujer hindú de vestido de azafrán.
Seré el cadáver de una joven prostituta rusa destripado
contra las rocas cubiertas de nieve a orillas del Volga congelado en invierno.
Ahora que estoy muerta puedo gritar lo que sé. (…)”
Dormida/Mujer/Muerta
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