El no lugar

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Por Patricia Ariza

Directora del Teatro La Candelaria y de la Corporación Colombiana de Teatro. Performera y activista por la paz.

NaYra es la experiencia teatral más perturbadora para un grupo de artistas solitarios como La Candelaria, que decidieron (decidimos) quemar las anclas de lo reconocido y viajar hacia el interior de lo no nombrado, de lo no dicho, de lo que no puede expresarse en palabras sino en imágenes, balbuceos, miradas y oraciones inconclusas. 

Digo artistas solitarios porque seguimos siendo muy pocos en el teatro del mundo los que seguimos creyendo, a pie juntillas, en la necesidad de mantenernos juntos y juntas como grupo y crear colectivamente.

Crear colectivamente es, como decía el maestro Enrique Buenaventura, creer en el otro y en la otra. Para nosotros en La Candelaria es, además creer en saberes y sabidurías invisibilizados e inéditos, muchas veces negados por la cultura. Es también, creer en «lo otro», en lo desconocido y misterioso y por tanto muchas veces, no nombrado.

Cuando nos invaden las crisis de las que creemos no poder salir, recuperamos el re conocimiento en nosotros mismos. Como dice Nieztche, “no basta conocerse, hay que reconocerse». La creación colectiva para la Candelaria es entonces, un trípode sustentado en la creencia de «el otro y la otra”, “lo otro» y «nosotros»

NaYra es una herida abierta que se muestra, pero es también la memoria del cuchillo. Es un tajo profundo que subyace en el in consciente del país y del grupo. En este, como en otros casos, emprendimos la búsqueda haciendo las veces de «medium». Durante meses de intranquilidad y de per turbación, pero también de felicidad, inda gamos desde la memoria individual y colectiva, en el malestar de la pérdida que nos agobia, pero también en formas estéticas inéditas que la contengan. Pérdida irreparable de utopías, de personas y de lugares.

Poco a poco fue apareciendo ese no-lugar; algo así como un espacio mágico; una especie de templo, maloka y casa donde se refugian, nos refugiamos juntos, mitos, personajes y público para ritualizar la pérdida. Y lo que falta en este país y en este tiempo son personas imprescindibles, ideas, árboles y riquezas que creíamos nuestras

Ese lugar está rodeado por íconos que condensan el mestizaje de lo sagrado vírgenes mestizas que son transmutadas, madonas que derraman leche y miel por senos desnudos y protuberantes, una virgen doble con los rostros de Eva y de María que deambula sin altar, dos San Gregorios que luchan, se elevan y se operan a si mismos, una casa-cementerio, una cruz derrumbada y una especie de trono celeste dispuesto para la palabra y el sacrificio. Arriba, tres ángeles-demonios, vigilan. En el piso, esparcidos, hojas, piedras, velas y fotos

El único principio de “realidad» es una mujer doblada por el trabajo que barre y barre obsesivamente ese lugar lleno de hojas que caen.

A ese no-lugar llegan procesiones de dolientes que buscan sanar la herida, mujeres que necesitan un lugar para el grito, una muchacha que se incendia por la vagina y es exhibida como animal de feria para curar la impotencia masculina, una joven “punketa” llena de rencor que no se halla a si misma, un borracho que trata inútilmente de armar el espejo roto de lo que somos, un sicario que busca sanarse de antemano del dolor que le va causar matar al otro, un indígena brujo y sanador, un travesti enamorado de un actor de cine, una viuda con un carrito lleno de fotos de desaparecidos, un papa negro lleno de oropeles, un loco que se cree Jesús y cree que hace milagros, una mujer misteriosa con un niño muerto y otra que se despoja de su propia piel. Cada tanto cruza un hombre lleno de barro y de polvo como surgido de la catástrofe.

El espacio-tiempo o cronotopo de Nayra quizás tenga que ver con los sombríos tiempos que vivimos donde el arte que se niega a ser instrumento del mercado está perdiendo su lugar. Y no es sólo el arte, somos todos, los artistas, los desplazados, los inconformes y los indignados. En fin somos los habitantes de la periferia condena dos a la errancia.

La palabra hecha discurso está en boca de cuatro personajes, un profesor de astronomía, una mujer que habla y habla sin interlocución alguna sobre el inconsciente, el borracho que recita nombres, y, un predicador que lanza improperios contra el dedo acusador de la justicia.

Esta obra nos habla desde el fondo y desde la sombra de lo que nos está sucediendo. Estamos cabalgando en el lomo más bravo de la crisis. Y en este viaje, estamos destinados a la búsqueda de los imprescindibles que nos faltan.

*Nayra fue estrenada en el año 2004 y se reestrenó en diciembre de 2021 por el Teatro La Candelaria en coproducción con el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

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