El laberinto es clasificado como una obra Kafkiana. En un mundo caótico, esteban despierta atado a un muerto viviente; utilizando todo su ingenio para escapar de las cadenas que los unen, pero solo consigue adentrarse en un laberinto infinito e inexpugnable. La dueña del laberinto, de la vida y la muerte, Justina, lo condena a muerte en vida por delitos no cometidos. En el Laberinto, de Arrabal, existen rasgos que transforman la obra en una tragedia de carácter moderno. El autor resalta la complejidad del conflicto dramático entre el héroe y las realidades de un sistema todopoderoso y totalitario. Una atmósfera agobiante y una represión incontrolada e inexplicable. Un concepto del ser humano en el que se muestran los aspectos consientes e inconscientes, sus obsesiones, anhelos, sueños y esperanzas. La puesta en escena de Botero estimula los sentidos de los presentes. Los espectadores deben entrar a la sala atravesando un laberinto real, sus sensaciones se multiplican al tomar un trago, de narcótico sabor, son privados momentáneamente de la vista, haciéndolos confiar en su tacto y su sentido kinestésico, olores y sonidos crean en la mente de los asistentes múltiples imágenes y sensaciones, creando una atmosfera propicia y sensible para el desarrollo de la obra.
Proyecto de: II Semestre Casa Actores
Dirección: Diego Ospina y Juan Cristóbal Botero
Dramaturgia: Fernando Arrabal
Elenco: Nicolle Jaramillo, Alejo Martínez, Daniel Pinzón, Valeria Izquierdo. Con actuación especial de Andrés León y Diego Arias.
Excelente