El Día Mundial del Teatro fue creado por el Instituto Internacional del Teatro – ITI y se celebró por primera vez el 27 de marzo de 1962, fecha de la apertura de la temporada del Teatro de las Naciones en París, evento que desde 1954 buscaba reanimar lazos entre países europeos, inicialmente, después de la Segunda Guerra Mundial.
Los objetivos de la celebración según ITI son: promover el teatro en todo el mundo, hacer que las personas tomen conciencia del valor del teatro, y permitir que las comunidades de teatro promuevan su trabajo a gran escala para que los líderes de opinión sean conscientes del valor de estas formas de arte y nos apoyen. Así que renovando cada año estos deseos, es invitado por el ITI un teatrista para que escriba un mensaje que circulará por todo el mundo en diferentes idiomas.
Para 2020 el exigente compromiso recae en los hombros del dramaturgo Shahid Nadeem (en la foto), de Pakistán. Nació en 1947 en Sopore, Cachemira. Se convirtió en refugiado a la edad de 1 año cuando su familia tuvo que emigrar al recién creado Pakistán, después de la guerra de 1948 entre India y Pakistán por el disputado estado de Cachemira. Ha vivido en Lahore, Pakistán, donde realizó la Maestría en Psicología de la Universidad de Punjab. Escribió su primera obra como estudiante universitario, pero se convirtió en un dramaturgo dedicado cuando comenzó a contribuir desde su exilio político en Londres, con obras para el grupo disidente de teatro de Pakistán, Ajoka, creado por Madeeha Gauhar, una activista pionera del teatro, con quien luego se casó. Shahid Nadeem ha escrito más de 50 obras originales en punjabi y urdu y ha realizado adaptaciones de obras de Bertolt Brecht. Ha estado asociado con Pakistan Television como productor y miembro de la alta gerencia. Fue encarcelado tres veces bajo varios gobiernos liderados por militares por su oposición al gobierno militar, y Amnistía Internacional lo adoptó como preso de conciencia. En la cárcel de Mianwali, comenzó a escribir obras de fin de semana producidas por y para los prisioneros. Más tarde trabajó como Coordinador de Campañas Internacionales y Oficial de Comunicaciones Asia-Pacífico para Amnistía Internacional. Es miembro de la red de Teatro sin Fronteras.
Las obras de Shahid Nadeem se han montado y publicado ampliamente en Pakistán e India. Sus obras también se han presentado en todo el mundo. Bulha en el Hammersmith Theatre de Londres, Tramway en Glasgow, Escocia; Helsignor en Dinamarca, Amrika Chalo en el Centro Davis de Artes Escénicas de la Universidad de Georgetown en Washington, Bala King en Oslo, Noruega, Burqavaganza en San Francisco, Estados Unidos, son algunas de sus obras y montajes con las que ha consolidado su carrera internacionalmente. Actualmente enseña dramaturgia en el Instituto Ajoka de Artes Escénicas y el Instituto de Arte y Cultura de Lahore, en Pakistán.
A continuación el mensaje de Shahid Nadeem para el Día Mundial del Teatro, en versión corta, traducido del francés por Yahaira Salazar, dramaturga invitada para esta tarea por el Centro ITI Venezuela.
El teatro como santuario
Durante la gira de la compañía de Teatro Ajoka, por el Punjab indio en 2004, con una obra sobre el poeta sufí Bulleh Shah, un anciano, acompañado por un niño, se acercó hasta el actor que había interpretado el papel del gran sufí y le dijo “Mi nieto no se encuentra bien ¿podría bendecirlo?». El actor se sorprendió y contesto: No soy Bulleh Shah, solo soy un actor que interpreta el papel. El anciano entonces contesto: Hijo, no eres un actor, eres una reencarnación de Bulleh Shah, su Avatar.
De repente, se nos ocurrió un concepto completamente nuevo de teatro, donde el actor se convierte en la reencarnación del personaje que interpreta.
Explorar historias como la de Bulleh Shah, historias que como esta existen en todas las culturas, pueden convertirse en un puente entre nosotros los creadores de teatro y una audiencia desconocida pero entusiasta.
Mientras actuamos en el escenario, a veces nos dejamos llevar por nuestra filosofía del teatro, en nuestro papel como precursores del cambio social a veces dejamos atrás a gran parte de la comunidad.
En nuestro compromiso con los desafíos del presente, nos privamos de las posibilidades de una experiencia espiritual profundamente conmovedora que el teatro puede proporcionar.
En el mundo de hoy donde la intolerancia, el odio y la violencia están en aumento, nuestro planeta se está hundiendo cada vez más en una catástrofe climática, necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual.
Necesitamos luchar contra la apatía, el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en el que vivimos, por el planeta en el que vivimos.
El teatro tiene un papel, un papel noble, debe dinamizar y hacer avanzar a la humanidad, ayudarla a levantarse antes de que caiga en un abismo.
El teatro puede convertir el escenario en un templo, el espacio de actuación, en algo sagrado. En el sur de Asia, los artistas tocan con reverencia el suelo del escenario antes de pisarlo, una antigua tradición en la que lo espiritual y lo cultural están entrelazados.
Es hora de recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y el futuro. Hacer teatro puede ser un acto sagrado y los actores pueden convertirse en los avatares de los roles que desempeñan.
El teatro tiene el potencial transformador de convertir la escena en un santuario y ese santuario en un espacio de actuación.