El Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes presenta el Mensaje nacional del Día Mundial del Teatro 2025 que escribió Kamber Betancourt, creador escénico, gestor cultural, director del Teatro Tespys y líder del destacado Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble, que se realiza cada año en el municipio El Carmen de Viboral, Antioquia.
Escenarios posibles para imaginar la vida
Hoy la mirada se detiene en la periferia, en los territorios, pueblos, caseríos y veredas de esta Colombia plural, ancha, ajena y que a veces enajena. Allí, gritos y susurros se levantan en los escenarios para contribuir con la construcción del relato de país, que también urge ser contado desde nuestras tragedias, comedias y tragicomedias.
Algo está pasando cuando nos están dando la palabra, cuando nuestras fábulas teatrales resuenan y convergen en los imaginarios de nación; cuando grupos, creaciones, encuentros y festivales de teatro de las regiones están haciendo parte del mapa del país teatral.
La historia del Teatro colombiano, desde hace décadas, tiene un capítulo escrito, pero invisible, de los acontecimientos escénicos forjados desde la periferia. La periferia hace parte de la casa. Son las paredes que la resguardan, que le dan forma y cobijo. Desde esta misma periferia, alzamos la voz para entonar nuestro manifiesto inútil por el teatro, que reza así:
El teatro propone una fiesta de los sentidos, una confabulación de lo humano, lo social, lo poético y lo político, desde la imaginación crítica. Interpreta la realidad y la transforma con rigor en el escenario. A eso jugamos, y a eso queremos seguir jugando, pero ampliando la ronda para que se diversifiquen las miradas y las estéticas, desde el grito incandescente, solitario, hasta el coro que resiste al unísono. En el teatro convergen, a modo de fábula tangible y concreta, el pensamiento abstracto y la contemplación sensorial. En este espacio material y análogo, matizado de respiración, sudor, olor, ojos y tacto, los cuerpos de los actores, las actrices, las y los espectadores, se funden, se confunden y se refundan, deconstruyendo ilusiones y supersticiones, con la delicada navaja de la conciencia. En el teatro, prosaica y poética permanecen en conflicto, para construir artefactos de acción, piezas vivas para demoler edificios de espuma.
El teatro, como artesanía del relato de la vida, tiene sus ferias artesanales en cada festival que se funda, en cada temporada, en cada representación, en cada sede, en cada proceso comunitario, en cada casa convertida en teatro. El ensayo, como taller, produce vasijas efímeras pero palpables, moldeadas para provocar el encuentro vivo y el combate a mano limpia contra la presbicia mental, el miedo y la esperanza.
El teatro es inútil. Sirve para lo que sirve una silla de dos patas. Por ende, el teatro es para inútiles, porque, al parecer, hoy los útiles son los poderes que están devastando la pequeña conquista del humano que nos queda. Ambos bandos quieren aumentar sus adeptos y, a pesar de esas vanas militancias, todos se empujan hacia la inevitable debacle de la nada a la que pertenecemos.
¿Qué nos queda? Seguir convocando inútiles para que hagan parte de este juego de azar, de este divertimiento donde se ensaya la vida, azarosa por esencia, y nos sigamos contando historias para ha ser más llevadero el tedio del existir. ¡Pura acción dramática!
El teatro que se hace en las tablas y paredes de la periferia, lejos de ser mirado como un desvarío exótico, es el resultado de búsquedas y resistencias de colectivos que han librado luchas para sobrevivir y sostener el hecho creativo ante los embates de la guerra, la desidia histórica de la centralidad y la marginación intencionada a partir de lo económico. Desde los territorios, seguimos sobre las tablas creando, haciendo hermandad con quienes habitan la gran casa teatral de Colombia y nutriéndonos de legado creativo de grupos, teatreras, teatreros, en ciudades, comunas y barrios disímiles, con la certeza de seguir provocando escenarios posibles para imaginar la vida, con la vehemente convicción de que ante el acecho cotidiano, crudo y cruel de la parca, gritaremos en coro: ¡Que viva el teatro, un lugar donde se mata de mentiras!
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