El Año Iberoamericano de las Artes Escénicas 2025 es una iniciativa respaldada por la Secretaría General Iberoamericana – SEGIB y el Programa Iberescena. Su objetivo es visibilizar la diversidad y el impacto de las artes escénicas en el Espacio Cultural Iberoamericano, y pretende que a lo largo de 2025, se desarrollen actividades y encuentros de diálogo y reflexión. Más información de este suceso dando clic aquí.
Esta celebración cuenta con la difusión de un Mensaje Oficial, un texto que busca reflexionar en torno al lema «Escenas de la diversidad» y sobre la importancia del teatro, la danza, el circo y las artes vivas en nuestras sociedades. Este Mensaje que fue seleccionado a partir de una Convocatoria abierta en 2024 y dirigida a profesionales del sector, lleva por título Geografía del Encuentro, y su autora es Evelyn Price, dramaturga, actriz, directora de teatro y cineasta guatemalteca. Desde 2013, Evelyn ha desarrollado teatro experimental en espacios no convencionales, explorando nuevas formas de expresión escénica. Su trabajo se centra en la investigación y exploración escénico-corporal para teatro, performance, danza y creación audiovisual.
A continuación sus palabras:
Geografía del encuentro
Una de las primeras cosas que aprendemos en las artes escénicas es a ocupar el espacio. Aprendemos a saber con exactitud dónde estamos, cómo comenzar, cómo desplazarnos y hasta dónde llegar. En ese proceso, entendemos que nuestros límites, esas líneas reales o imaginarias, no solo demarcan la frontera de lo que hacemos en escena, sino también de lo que somos capaces de imaginar. Pero ocupar el espacio no es un acto solitario: es propiciar un encuentro. Cada obra, cada gesto, cada palabra extiende el escenario hacia el público y refuerza el sentido de comunidad. En Iberoamérica, nuestras escenas son espejos de una diversidad cultural y geográfica que trasciende fronteras y refleja las voces, los paisajes y las historias de quienes nos rodean. Al igual que en la naturaleza, donde cada elemento dialoga con los demás para formar algo más grande, en la escena buscamos celebrar esa conexión, esa riqueza que surge de lo plural. Aunque las interpretaciones sobre la evolución de la vida son tan diversas como los caminos de la imaginación, podemos coincidir en que la diversidad siempre ha sido un signo de crecimiento y posibilidad.
El filósofo argentino Rodolfo Kusch hablaba de la diferencia entre «ser» y «estar». El «ser» busca lo fijo y universal, mientras que el «estar» refleja una existencia situada, cambiante y en relación con el mundo. En nuestras artes, esta distinción se convierte en oportunidad: ser en la escena es estar en transformación; ser en la escena es que yo sea en ti y que tú seas en mí; ser en la escena es residir en lo múltiple. Para quienes hacemos teatro, danza, circo, artes vivas y participamos de la interdisciplinariedad, la escena es el espacio sin pre-supuestos, el mármol en el que cabe cualquier forma: un lugar para pensar, para reír, para exponernos y para encontrarnos. Es también un espacio en el que el público no es un observador, sino un participante que, con su presencia, completa el mapa de significados que trazamos en conjunto.
Diversificar la escena es una cuestión de representación, pero también un principio fundamental para honrar la riqueza étnica, lingüística, biológica, cultural, funcional, sexual y de género que atraviesa nuestras sociedades. Decía Eduardo Galeano que “somos un mar de fueguitos”, y no hay dos fuegos iguales. Así es la escena: un mosaico vivo en el que cada cuerpo, cada voz y cada historia enriquecen el todo. Preguntémonos, entonces, cómo podemos unirnos, cómo nuestras llamas pueden encontrarse y nutrirse mutuamente. Sigamos creando, imaginando y celebrando el encuentro, porque en esa diversidad no solo hallamos abundancia, sino también la chispa que nos conecta y nos permite imaginar un mañana más digno.