Foto cortesía de La gata Cirko
Tras los pasos del nuevo circo en Bogotá
La magia del circo es permanente, es un lenguaje que cautiva, un arte vivo y quizás, una de las pocas expresiones artísticas que puede contener a otras.
Por Argenis Leal
Comunicadora social-periodista. Jefe de prensa, relacionista pública y periodista de cultura. Ganadora del premio de Periodismo Cultural para las artes 2017.
Serie de artículos del proyecto titulado Tras los pasos del nuevo circo, resultado de la Beca de Periodismo cultural y crítica de las artes de IDARTES 2021, categoría Arte Dramático. Artículos escritos entre octubre de 2021 y marzo de 2022.
El circo es un espectáculo artístico, estrechamente relacionado con lo itinerante y lo espectacular, sus raíces se pueden rastrear a antiguas culturas como las mesopotámicas, las orientales y las grecolatinas, donde se cultivaron destrezas extraordinarias. En Colombia han confluido distintas corrientes. Según el Ministerio de Cultura se tienen caracterizados diferentes tipos de circo como: el tradicional, el circo teatro, el social y el contemporáneo o nuevo circo, aunque para muchos solo es circo. “Yo vengo del circo contemporáneo, después pasé al circo social, pero ahora pienso que el circo es el circo. El circo es la reunión de los que no tienen espacio; de los que están en otro lugar, por ejemplo, un número de parada de manos, se puede acercar mucho a la danza, pero no es danza, tampoco es teatro, y tampoco es deporte. Lo mismo pasaba hace mucho tiempo, cuando esto empezó, con personajes como la mujer barbuda o el hombre más alto del mundo, todos terminaban en el circo porque no cabían en ningún otro lugar”, afirma Lucho Guzmán, payaso con 25 años de trayectoria, miembro de la compañía Pasos de Payasos y Circo Ciudad.
En nuestro país, el circo tradicional y criollo tuvo una gran aceptación por varias décadas, en muchas oportunidades era el único acceso del público, sobre todo en zonas remotas, a expresiones artísticas. Se gestó con influencia de familias circenses y ferias provenientes de México y Chile, así como de grandes empresas procedentes de Europa o Estados Unidos. “El circo tradicional se venía haciendo en Colombia desde los años 40, eran caravanas itinerantes y nómadas, que llegaban a las ciudades y pueblos, el escenario era una carpa y en los intermedios de las obras de teatro se realizaban actos de circo”, comenta Erika Ortega, directora de La Ventana Producciones. A lo cual el malabarista y circólogo Juan David Villa complementa: “El circo tradicional es el circo familiar, y aunque sí estaba más relacionado con los animales, no todos los tenían, los circos con animales necesitaban presupuesto para mantenerse y pertenecían a los empresarios más pudientes”.
Para el circo tradicional la carpa fue algo esencial, el hábitat, el hogar, el espacio de presentación, creación y entrenamiento, donde surgieron diferentes técnicas, de piso, aéreas, de manipulación de objetos, malabares y cómicas, dentro de las cuales se encuentran los payasos y sus diferentes vertientes. En Colombia, las realidades económicas, políticas, sociales y tecnológicas, así como la dificultad para la instalación de las carpas los ha relegado obligándolos a desmontarlas, sin embargo, la tradición no se perdió y el circo como lo ha hecho a lo largo de los siglos se adaptó. Su poesía y narrativa se trasladó a otros escenarios. A finales del siglo pasado e inicios de este milenio surge un nuevo movimiento que coincide con la aparición del Circo del Sol. Una mirada diferente del espectáculo circense, cercano a lo escénico, donde la puesta en escena y la poética de la composición ocupan un lugar significativo.
Es común que los artistas colombianos ‘aterricen’ en el circo por la necesidad de tener un espacio que les permita fusionar el teatro, la música, la danza y las acrobacias en un solo escenario, ese es quizás el común denominador, la búsqueda de un lugar que les permita crear con libertad. Espectáculos recientes de compañías como la Gata Circo, La Ventana Producciones, Muro de Espuma, Compañía Dos puntos o artistas como Lucho Guzmán, entre otros, tienen algo en común, han incursionado en la dramaturgia para circo. Sus obras desde la multidisciplinariedad cuentan historias, donde las técnicas circenses se han trasformado en herramientas de narración, esto a grandes rasgos se conoce como “Nuevo Circo”, pero ¿Cómo se llega a esto? ¿Qué es el nuevo Circo o circo contemporáneo? ¿Qué tipo de espectáculos hacen parte de esta tendencia? ¿Es una tendencia? ¿Cuál es el concepto más adecuado para definirlo?
Felipe Ortíz, director, actor, payaso y co- fundador de la Gata Cirko, afirma que “el nuevo circo es un espacio de creación donde convergen todas las artes escénicas, las artes en general, un lugar muy poderoso a nivel narrativo, porque tiene el potencial de crear metáforas completamente estéticas y trasformadoras, es un mundo ilimitado de creación, un estilo de vida”. Para su compañera de aventura creativa, la artista Luisa Montoya “el circo contemporáneo es una mezcla de artes que se van conjugando, más que nuevos lenguajes son posibilidades de creación”. Sobre este mismo tema, Erika Ortega complementa: “El nuevo circo es un lenguaje que permite muchas cosas, puede ser sublime, frenético, riesgoso y, sobre todo, verdadero. Ofreciendo espectáculos vibrantes, atrevidos y festivos, que se logran, gracias a la convergencia de equipos creativos con amplia trayectoria y técnica, que transitan por múltiples lenguajes”.
Se puede concluir, que el “Nuevo circo” es la fusión en un solo espectáculo de diferentes artes escénicas con técnicas circenses para narrar historias, las cuales se pueden presentar en cualquier escenario. Entonces ¿cómo llegó este nuevo circo a Bogotá?. Viajeros y mochileros son la respuesta, artistas itinerantes provenientes de Brasil, Chile y Argentina con gran influencia europea, fueron los encargados de abrir las puertas a este mundo de creación. “A finales de los 90’s empezaron a llegar viajeros de todas partes, algunos trabajaban espectáculos en calle, como los ruedos, del tipo Chaco Vachi o Sontomate, representante del payaso sur americano”, recuerda Juan David Villa. El primer encuentro de este tipo para Felipe Ortíz se dio en Santa Marta, “Viajamos con unos amigos de la universidad al Parque Tayrona, llevamos unos tambores y nos instalamos en la playa. Esa noche llegó un español, el hombre sacó un par de antorchas, las encendió y comenzó a hacer malabares con ellas. ¡Fue increíble!, eso no se veía por acá”.
Fue así, como los artistas locales se iniciaron en técnicas como las telas, el mástil, los malabares, pulsadas, equilibrios y acrobacias, a través de encuentros fortuitos, rápidos y sin continuidad, sin embargo, la información seguía siendo poca, por eso, para muchos el mejor camino fue migrar. Carlos Montenegro, reconocido malabarista, gestor cultural y miembro de Arte en todas Partes, trajo de Versalles (Francia) los malabares con pelotas, y en Panamá aprendió el uso de los palos del diablo. Luisa Montoya, co- directora de la Gata Cirko, viajó a Brasil para estudiar técnicas aéreas con la Nana Álvarez, una de las primeras Latinas en la Escuela Nacional de Circo de Francia. Juan David Villa inició un viaje por diferentes países de Suramérica que lo llevó a escenarios como la Ex-Cárcel de Valparaíso y a compartir con artistas como Los Malabaristas de la Apocalipsis, compañía argentina pionera del nuevo circo, tiempo en el cual consolidó su espectáculo de clown y malabares “El pequeño circo de Balím”. Felipe Ortíz viajó a Londres, “allí conocí gente de Italia, Brasil, de todas partes del mundo, ellos hacían lo que yo estaba haciendo, muchos habían empezado muy jóvenes, yo me sentía quedado. En Europa, hay colegios que tienen circo, vi obras, conocí gente y ese mundo que vi me hizo ver que era una opción de vida y que además era un arte super respetado, recuerda.
A lo cual Erika Ortega complementa: “A inicios de los 2000, los artistas circenses aprendían de encuentros con viajeros y otros artistas que iban llegando al país, compartían técnica y conocimiento, desde el 2005 varios comenzaron a salir, se iban a estudiar a Europa, pero el problema era que no volvían, porque el artista colombiano de circo es muy apetecido en el mundo entero, es lanzado, tiene un nivel de interpretación muy alto y se le mide a todo”. Wilmer Márquez y Edward Alemán, son un dúo acrobático que se hace llamar “El Núcleo”, radicado en Normandía al norte de Francia. El primero asume el rol de portor y el segundo el de volante. (En la acrobacia el portor es el más fuerte porque carga, lanza y recibe; el volante es más liviano porque hace giros en el aire y se apoya con frecuencia en otros cuerpos). En 2008, iniciaron su formación en El Centro Nacional de Artes de Circo, en Chalons, ubicado en Champagne (Francia), y desde de ahí no han parado de crear y recorrer el mundo, en el 2011 se consolidaron como compañía junto a la productora Fanny Fauvel. Hasta la fecha y después de su partida no se han presentado en Colombia.
En 2006, la Alcaldía Mayor de Bogotá y la Fundación Teatro Taller de Colombia emprendieron el proyecto Circo Ciudad, con el propósito de encaminar a la juventud de la localidad de Ciudad Bolívar hacía labores artísticas que les dieran una opción diferente de vida, cuya dirección fue asumida por Sonia Abaunza Galvis. El proyecto incluyó maestros de teatro y circo, producción de espectáculos y una carpa ubicada inicialmente en el Parque Nacional. “De los cuarenta que empezamos solo hay dos en el país, el resto están en el exterior o en cruceros. Muchos me preguntan ¿por qué sigo acá?”, cuenta Lucho Guzmán, quien insiste en la importancia de ‘pasar la posta’.
Los que regresaron, han compartido el conocimiento, principalmente en talleres o espacios de entrenamiento permanente. “Nadie da un título o está avalado, se comparte información en los entrenaderos, en las ligas de gimnasia. Los artistas internacionales siguen llegando, internet ayuda un montón, también se tiene mayor acceso a manuales y libros, pero el nivel de producción artística sigue siendo muy bajo y esto está vinculado con la falta de una profesionalización, de una carrera. En estos espacios los artistas se entrenan en la técnica, se vuelven máquinas humanas, pero no contamos con espacios que fomenten la creación y la investigación, para que haya más oferta de calidad y no seamos los mismos en los escenarios”, afirma la directora de la Ventana Producciones. A lo anterior, la bailarina, acróbata y co- directora de la Gata Cirko Luisa Montoya agrega: “Debemos partir de la idea de que nunca hemos estado totalmente formados, yo me fui a Brasil y Argentina por pocos meses, pero uno no logra aprender todo, solo adquiere algunas herramientas, luego vino gente de otro lado con quienes aprendí otras herramientas. Han sido 20 años de estar en constante aprendizaje, esto nunca termina, porque no se ha hecho escuela y las técnicas se están actualizando todo el tiempo, es un proceso constante de aprender, reaprender y compartir”.
Actualmente, Bogotá cuenta con doce pregrados en formación teatral, pero ninguno en artes circenses. Y es que un artista de nuevo circo debe conocer su cuerpo y sus posibilidades, la técnica y qué función cumple en el escenario, cada elemento debe decir algo, debe trasmitir, para lo cual se necesita formación, disciplina, constancia y entrenamiento, pero no solo en el área de su competencia. Según la cartografía Teatro y Circo en Colombia 2020 -2024 realizada por el Ministerio de Cultura y la Corporación +Cultural, se registran en el territorio nacional 3.043 agentes de circo entre gestores, directores, técnicos y todos aquellos relacionados con el tema, de los cuales 698 están ubicados en Bogotá y solo 314 son artistas, la mayoría de ellos acróbatas independientes, que dependen de las pocas compañías conformadas para ser parte de procesos de creación y circulación.
Estas compañías están haciendo la tarea, las historias que atraviesan sus creaciones surgen de diversas maneras y en ocasiones abordan géneros narrativos poco convencionales para el circo como los thrillers policiacos o la tragedia. Tomaron del teatro un concepto que les ha permitido navegar hacia muchas direcciones, la dramaturgia. Para Felipe Ortiz “La dramaturgia es ese tejido que lo envuelve todo y lo hace un todo, es lo que hace que la música, la estética, la historia, los actos, la iluminación, todos los elementos que componen un espectáculo se ensamblen y sean coherentes. Viene mucho del concepto de Eugenio Barba, quien dice que hay tres dramaturgias: la que nace cuando aparece el público, la que envuelve la historia y otra la que lo teje”. Sea con historia o sin historia, sea una suma de números acrobáticos o un solo payaso en medio del ruedo; lo que sí queda claro es que el circo es ese lugar de asombro, de magia y creación, que transporta al público a otros universos, que le permite soñar y admirar a aquellos que han decidido apostar por un arte milenario que se niega a desaparecer.
Para concluir, nada mejor que la reflexión de Erika Ortega: “El circo es un arte madre, que logra reunir las diferentes escénicas en un solo lugar, es un arte que pone al artista en vilo con el peligro, que lo pone en riesgo, que le saca sus miedos y lo lleva a jugarse la vida en cada función, un arte extremo, el arte de la espectacularidad, de la magia, de lo imposible, de la comunión”
Lea los artículos enlazados al proyecto Tras los pasos del nuevo circo:
De Circo ciudad a Payasos sin fronteras
Cuando el circo llama. La Gata Cirko un destino inevitable